La música que comencé a escuchar de adolescente eran Sui Generis, Congreso, Los Jaivas, Los Blops y Eduardo Gatti. De Gatti siempre escuché “El Viaje Definitivo” hasta que más tarde me enteré que era un poema de Juan Ramón Jiménez, y luego de adulto me volvió a aparecer al final de “Viaje a Ixtlán” de Carlos Castaneda, es su camino de exploración con don Juan Matus. Con el tiempo va tomando más sentido…
Y yo me iré.
Y se quedarán los pájaros cantando.
Y se quedará mi huerto con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Todas las tardes el cielo será azul y plácido,
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
Se morirán aquellos que me amaron
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y lejos del bullicio distinto, sordo, raro
del domingo cerrado,
del coche de las cinco, de las siestas del baño,
en el rincón secreto de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu de hoy errará, nostáljico…
Y yo me iré, y seré otro, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido…
Y se quedarán los pájaros cantando.
Curiosamente, el poema tiene algo más “definitivo” (al menos para mí) que la canción. En la canción de Gatti queda la sensación de que hay algo de uno que permanece junto a aquello que ha amado. En el poema, en cambio, se transmite un “todo seguirá igual, solo yo me habré ido”. Después de leer tu comentario me interesó leer a Carlos Castaneda. Nunca lo he hecho, quizás por puro prejuicio.