Hace años, cuando trabajaba en México, María Flores ??? en ese tiempo, una tan joven como destacada filósofa, y hoy experta en marketing, especialista en los cambios de la cultura hispana en Estados Unidos- nos compartió un libro fascinante y significativo que me ayudó a tener una mejor comprensión de estos fenómenos de relevancia de lo simbólico en la vida cotidiana y en los negocios. El Libro es El Imperio de lo efímero. La moda y su destino en las sociedades moderenas, de Gilles Lipovetsky. La desinformación que provoca estar tan informado me hizo enterarme tarde de las conferencias de Lipovetsky en Chile. Por lo menos, les ofrezco esta entrevista que apareció en la Revista Mujer del diario La Tercera:
???Las mujeres son cada vez menos esclavas de la moda???
Este filósofo francés, uno de los analistas más críticos de la sociedad moderna, visitó Chile para presentar su próximo libro, ???La Sociedad del Hiperconsumo: hacia un Bienestar Emocional Estético???, y dictar una serie de conferencias sobre la mujer, el lujo y el consumismo. Habló con MUJER sobre temas referentes al mundo femenino actual y el devenir de la era contemporánea.
Maratónica fue la estadía de Gilles Lipovetsky en Chile a fines de agosto. Invitado por la Universidad Pérez Rosales y Comunidad Mujer, se dio el tiempo para conversar sobre temas que atañen a nuestra sociedad, como el hiperconsumo, del que trata en su próximo libro, a punto de debutar en Europa, y también sobre la eterna disyuntiva femenina entre familia y trabajo.
Este filósofo dejó la actividad académica para dedicarse a escribir libros sobre aspectos de la vida moderna. Como él mismo dice, “yo hablo sobre muchos temas que no tienen, en apariencia, suficiente dignidad intelectual, como la moda, por ejemplo. Pero pienso que es un error despreciar esos aspectos, porque éstos hacen reflexionar. Son temas sobre la vida moderna como el ser humano de hoy, lo efímero, los cambios, el mundo de los negocios. Uno debe cuestionarse esas preguntas para comprender el mundo. No solamente preguntarse sobre Platón y Aristóteles. Para poder hacer un mejor análisis, me sirve todo: observar a la gente, escucharla, ver la publicidad, la televisión, viajar. Todo me parece útil”, comenta.
Actualmente vive en la ciudad francesa de Grenoble y como padre de dos hijas se dice muy cercano al mundo femenino. No por nada escribió el libro “La tercera mujer”, el que más allá de un simple título, se transformó en una verdadera expresión para referirse al género.
-En su libro “La tercera mujer”, usted habla sobre la situación actual de las mujeres. ¿Cree usted que ellas deben tratar de combinar trabajo y crianza de los hijos o dejar uno para dedicarse a lo otro?
-Si una mujer deja de trabajar para educar a sus hijos, arriesga no poder encontrar trabajo cuando quiera regresar al mercado laboral. En una época en que las separaciones y los divorcios aumentan, las mujeres deben comprender que si sólo se concentran en el hogar y los niños, se les complicará la vida después. ¿Qué harán solas si no tienen cómo vivir?
-¿A eso se refiere con el término “feminización de la pobreza” que menciona en aquel libro?
-Es justamente eso. Imagine una mujer que pasó 15 años educando a sus hijos y su marido la deja. No tiene calificaciones, no tiene jubilación. ¿Cómo va a vivir? Cuando los padres educan a sus hijas, les tienen que explicar que ellas deben trabajar y que no tienen que abandonar la actividad profesional. Es complicado para las mujeres, pero la amenaza está. En Europa, la feminización de la pobreza se ve incluso en aquellas que aunque trabajan, sus ocupaciones son tan pequeñas que no les reportan dinero suficiente para vivir. Las mujeres deben tener una autonomía financiera.
-Pero para eso debe existir una estructura estatal o privada que ayude en el cuidado de los niños.
-Está bien que el Estado disponga de un sistema de salas cuna y de ayuda para que las mujeres puedan ser madres y, a la vez, logren trabajar. Es verdad que durante unos años ellas privilegiarán estar y trabajar en la casa, pero después deben tomar un trabajo que les interese y ser autónomas. También están los hombres para ayudar.
-Usted mencionó que a mayor educación, los hombres ayudan más. ¿Es un hecho?
-Se observa, en general, que los hombres con diplomas y educación tienden a ser más igualitarios. Ayudan más en la crianza de los niños. Hay un aspecto cultural y de escolaridad que juega un rol importante.
-¿En qué situación se encuentra el feminismo hoy?
-De alguna manera, esta tercera mujer se debe construir entre la autonomía y la tradición, entre los roles antiguos y los modernos. Según mi opinión, esta situación va a continuar en este siglo. No es una situación transitoria, aunque a las feministas no les guste escucharlo. Pienso que las mujeres en países más tradicionales, como Chile por ejemplo, quieren trabajar, pero a la vez quieren tener hijos y prestar atención a lo estético. Hay roles que vienen de mucho antes y que no cambian, pero al mismo tiempo se produce una mezcla entre la conquista de la autonomía, la libertad sexual y afectiva y la educación. El concepto de la tercera mujer no implica una ruptura completa.
-¿Cree usted que las mujeres de hoy se han convertido en esclavas de la moda?
-Creo que las mujeres son cada vez menos esclavas de la moda. Hoy tenemos un sistema con muchos y diferentes estilos. No hay una moda que domine las otras. El individualismo ha permitido ser más relajado para vestirse. No obedecer a una sola regla, sino que vestirse como las personas mismas lo deseen. Cada uno elige lo que va conforme a su personalidad. Esto no pasa en el período de la adolescencia, en el que todos se uniforman, pero sí sucede más tarde, cuando el tema de la apariencia y de la vestimenta es menos conflictivo. El problema después es el cuerpo.
-¿Es ahí cuando aparece la importancia de las cirugías estéticas y de los productos light, por ejemplo?
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-Y la delgadez, sobre todo. Hay menos obligaciones en cuanto a la vestimenta, pero sí muchas para con el cuerpo.
-¿La delgadez es una moda?
-No estoy seguro, porque no pienso que eso vaya a cambiar. Me parece que es una manifestación del individualismo. Los códigos de la delgadez obligan a cuidarse y a ejercer una gran soberanía sobre el propio cuerpo. Es por eso que creo que esto va a continuar. Los modos de vestir han cambiado, pero fíjese en la delgadez. Nadie se opone o dice lo contrario. Si uno observa, la norma de la mujer delgada, que comenzó en el siglo pasado, se ha seguido imponiendo como un solo tipo de estética. Creo que ésta corresponde a la de una mujer moderna que aspira a controlar su destino. Que es algo parecido a lo que sucede también con la fecundidad. Se controlan los nacimientos a través de los anticonceptivos. La delgadez obliga a controlar cada vez más el peso, a no comer demasiado. La persona se vuelve el gobernador de su propio régimen, de su sexualidad y de su fertilidad. Es la misma lógica. Por eso, creo que esto va a continuar.
-¿El ser bello y estético se transforma en una especie de dictadura entonces?
-Claro que la delgadez es una dictadura, pero al mismo tiempo es algo que permite a las mujeres permanecer más jóvenes durante más tiempo. Ellas se cuidan más, se compran cremas antiarrugas. La obsesión por el cuerpo permite a las mujeres ser seductoras durante más tiempo y, a la vez, es una manera de controlar el cuerpo. Este control de sí mismo es una definición del individuo. Las mujeres en las sociedades tradicionales no lo tenían. La estética era otra: la de mujeres más rellenas. Pero lo principal aquí es que no estaba la dimensión de que el cuerpo era algo que se podía controlar. Eso es algo moderno.
-Usted habla sobre la importancia de la juventud y la belleza en la actualidad. ¿Pero qué sucede con la vejez en una sociedad tan estética como la nuestra?
-De partida, uno ve muchos viejos. Cuando uno habla de ellos, se refiere a la tercera edad. A partir de los 60 años, hoy las personas no son realmente viejas. Ellas se están poniendo muy dinámicas. Viajan mucho. El problema es la soledad y después la dependencia. Yo creo que la vida se va a alargar enormemente. Al mismo tiempo, la acción de la medicina permite estar en buenas condiciones de salud en la vejez. Ahora los viejos están bien, incluso sexualmente gracias a productos como el viagra. Ellos continúan con su vida amorosa. Las personas hacen muchas cosas para sentirse joviales, porque de otra forma se sienten viejas. Antes los ancianos aceptaban envejecer, pero ahora no. También se da un fenómeno curioso que se ve en hombres añosos con mujeres jóvenes. Eso pone un problema ante la idea de la igualdad de condiciones. Probablemente, hay algo en los hombres que les produce angustia y, para sentirse vivos, buscan mujeres más jóvenes.
-También en la tercera edad hay una tendencia a ser hiperconsumidores, tal como usted lo explica en su próximo libro.
-En los países europeos uno ve el consumo de cirugía estética, de varios tipos de gimnasia y, claramente, las personas de la tercera edad también se convertirán en hiperconsumidores de cuidados, de viajes, etcétera. Probablemente en los años venideros, la jubilación será más tardía. La gente vivirá hasta los 80 u 85 años, porque las personas se mantienen relativamente activas. Pero es verdad que la civilización moderna es una de valores jóvenes. Se trabaja para acicalarse, para estar bien. Incluso la moda se ha desarrollado así. En una de las conferencias dije que antes las hijas se arreglaban para asemejarse a sus madres. Ahora sucede lo contrario. En la publicidad se ve sólo juventud. Se trata de una sociedad moderna que se basa en el futuro. En cambio, las civilizaciones antiguas se centraban en el pasado.
-Usted ha dicho que el hiperconsumo ha exacerbado el individualismo. ¿Por qué?
-Antes, en una casa había un solo televisor. Había que seguir lo que los padres veían. Ahora, hay dos aparatos y los niños no comparten. Son autónomos. Antes había un teléfono en la pieza. Ahora cada uno tiene su propio celular y los chicos hablan desde sus piezas. Al tener internet, uno puede comprar un producto a cualquier hora del día, incluso en la noche. La sociedad de hiperconsumo ha permitido a los individuos dirigir el tiempo de manera más autónoma y más personal. Uno no tiene obligaciones con el colectivo. Al mismo tiempo, no hay un comportamiento de clases demasiado fuerte. La diferencia está en el dinero que se tiene, pero los ideales son los mismos: tener cosas lindas, productos de buenas marcas. Antes la gente compraba por necesidad. Es por eso que digo que el hiperindividualismo y el hiperconsumo acentúan comportamientos que dependen de cada persona. Antes había un fuerte comportamiento colectivo.
-Usted habló de la democratización del lujo en la conferencia. ¿Cuál es la relación de las personas con el lujo?
-Las personas quieren objetos bellos y de marca. Eso sucede en la sociedad del hiperconsumo. En otras anteriores, las personas no po-dían pensar en el lujo. Hoy, las personas que provienen incluso de ambientes modestos pueden viajar en avión e ir a hoteles bellos. Si una mujer trabaja y ve una joya linda, simplemente la compra. Esa es la democratización del lujo. Antes ni pensar en comprar alhajas, porque ese dinero era para comer. Hoy hay un cierto deber del placer en cuanto al consumo, ya que las personas no se privan de nada. Creo que la pasión por las marcas viene de ahí. El lujo se refiere a cosas accesibles a todos, aunque sigue existiendo uno que es más exclusivo. Este es múltiple.
-¿Si hay un hiperindividualismo tan fuerte producto del consumo, qué sucederá en el ámbito de la educación?
-El tema de la educación será un gran problema en este siglo. Está el riesgo de crear individuos frágiles, depresivos, ansiosos. Hay papás que tienen miedo de perder el amor de sus hijos y no los castigan, porque piensan que sus hijos los van a detestar. Es algo loco. No hay que ser brutal para educar, pero sí tener una cierta actitud. Los niños comprenden si uno les explica que no pueden hacer tal cosa. Pienso que en la educación hay mucho por hacer. \\
Por: Francisca Jiménez B.
Foto: Isabel Ávalos
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