En la Revista Mujer del diario La Tercera del Domingo 25 de Septiembre de 2005, apareció un buen artículo sobre el desempleo en los jóvenes profesionales.

Es una preocupación de total validez porque el desempleo se ha mantenido muy por encima de las cifras de adultos durante estos últimos años. El diagnóstico es muy ilustrativo de las consecuencias para los jóvenes que buscan infructuosamente empleo, como lo relatan los profesores de la Universidad. El aporte que podemos hacer es que, si somos sensibles a que cada joven desempleado es una persona que sufre y que es una tremenda injusticia aceptar la falsa esperanza del título como posibilidad de trabajo, entonces no basta con esperar a que el mercado corrija el exceso de oferta de profesiones universitarias ni que los jóvenes después de grandes fracasos, a eso de los veintisiete o treinta, se pongan a estudiar una carrera técnica. Felizmente, hay anuncios de diversas fuentes que la obsesión neoliberal de arreglarlo todo con el mercado y la competencia comienza a ceder. Las catástrofes medioambientales en Estados Unidos lo refuerzan y en América Latina, la necesidad de diseñar y ejecutar políticas públicas que adapten a los países al mundo global y digital. Es inexplicable que luego de todas las promesas rotas de riqueza si los países hacían la tarea, aún se vuelva con la misma receta. Además de correcciones de políticas para orientar a las instituciones educativas y a los jóvenes que estudian, se requieren esfuerzos en la línea de validar la necesidad de desarrollar competencias que en lo práctico orienten a los jóvenes en pasar de ???buscar empleo??? pega, chamba o curro, y aprendar a hacer ofertas a partir de sus competencias. Este énfasis no aparece aún en el debate sobre el desempleo.

Hace diez años, Fernando Flores yFrancisco Varela escribieron un manifiesto sobre la educación que adelanta visiones profundas en esta dirección: ???en el campo de la educación, significa que en la época de flexibilidad en que vivimos tan importante como aprender ciertos oficios y saberes, son los saberes reflejos: aprender a aprender, conocer cómo se conoce, cambiar en el cambio. Estos no son juegos de palabras, se trata de tareas indispensables, nuevos saberes reflexivos que nos dejan mejor situados cuando la certidumbre y lo estable dejan lugar a la incertidumbre y la deriva. La mirada ontológica nos enseña que somos precisamente seres que construyen mundos, seres abiertos a posibilidades. El conjunto de transformaciones que generan maestría en esos saberes reflejos hacen factible un espacio para la aparición de actores sociales que se alinean con la historia. Una educación que ignore esta necesidad criará jóvenes a merced del desempleo, la obsolescencia y la perplejidad causados por la fragmentación social que es lo que nos está ocurriendo hoy. En cambio, si repensamos la educación con esta nueva mirada, fomentando transformaciones consecuentes, abriremos un nuevo estilo de existencia donde el trabajo, el ser social y la necesidad de una vida significativa son preeminentes???Educación y Transformación

JOVENES DESEMPLEADOS
Al límite por una oportunidad

Probablemente, para la mayoría de las personas el término ???cesante ilustrado??? es familiar. Hijos, sobrinos, primos o amigos se debaten a diario en una guerra por alcanzar la oportunidad que les permita demostrar en el mercado laboral el talento y las capacidades con que han egresado de sus carreras universitarias.

Las opciones laborales para los jóvenes escasean. Las habilidades y los buenos resultados académicos no siempre son factores relevantes para encontrar trabajo en un escenario dominado por el “pituto”, los contactos y en casos fortuitos, la buena suerte.

Incluso algunos se sienten engañados, pues las promesas de empleo seguro dadas por profesores e instituciones educacionales, durante los cinco o seis años de estudio, no tienen relación con la realidad que enfrentan a diario.

Este escenario, marcado por el pesimismo, se contradice con un entorno macroeconómico que muestra cifras muy optimistas: 6,2% de crecimiento del PIB proyectado por el Ministerio de Hacienda para 2005; 8,6% de desempleo en el trimestre mayo-julio según el INE; y una balanza comercial con superávit de 5.897,2 millones de dólares, según cálculos del Banco Central. Las cifras dan cuenta de un Chile próspero, pero que parece ajeno para un grupo importante de la sociedad.

Ajeno, puesto que para el segmento de jóvenes entre 20 y 24 años el porcentaje de cesantía oscila, desde 1999, en torno a un 20%, duplicando el total nacional. Para ellos la recuperación ha sido esquiva y lenta, mucho más que en otros períodos de bonanza económica, y las razones motivan los trabajos de investigación de economistas, docentes y sociólogos.

Conseguir el soñado empleo se ha convertido en una aventura incierta para los profesionales recién egresados. Procesos de selección sin respuestas provocan la baja en su autoestima e incluso un cuestionamiento de las propias capacidades, producto de la constante promesa incumplida: “te llamaremos”???

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