Chile, en una parte importante de su cultura, continúa siendo una provincia pequeña y aislada, demasiado alejada de esa potencia desarrollada que nos soñamos.
Más allá de la experiencia vergonzosa e inútil de llegar a Chile desde Bolivia y ser recibidos por un funcionario que rocía insecticida las cabezas de los pasajeros dentro del avión, somos una sociedad de caretas, de apariencias, de parecer ser eficientes, parecer ser inteligentes, parecer ser honestos, parecer ser de izquierda, parecer ser religiosos, parecer ser fieles y felices, de ???como si, pero no hagas problema???. En la cima de esta manía está la noche de la contabilidad de los pobres que duermen en la calle: Presidente y autoridades de todo el país, se amanecieron contando pobres, como un gesto para estar a la altura de tener un nuevo Santo que nos había preguntado si Chile es realmente un país católico. Un exceso!
La poca población y la ???familiocracia???, que aún campea en todo orden de actividad, impiden desarrollar un país meritocrático en que se premien los logros y no las conexiones familiares, en que se corrijan los errores, se exijan los derechos de todos los ciudadanos y se persigan los delitos. En la justicia, en el Gobierno, en las universidades, en los negocios, en el arte y hasta en la farándula, se consagran genios que hacen su participación y luego su desempeño es adornado, parchado, justificado o escondido por la compasión de una familia que entrega oportunidades a sus nuevas generaciones para que echando a perder aprendan. Así, como si Chile fuera de ellos.
Otra expresión de este provincianismo es la que comenta Cristián Warnken en “Ideas Fijas” (ver), aludiendo a esa costumbre que tiene la elite chilena de comprarse la moda intelectual de la semana y tomar partido sin profundidad, reflexión ni menos apertura. Ya Allende advertía que no se llegaba a revolucionario paseando el Capital bajo el brazo. En cosas de elites, pitutos y rigideces, como lo dijo Parra, “la derecha y la izquierda unidas, jamás serán vencidas”.
Chile, país provinciano y mediocre, pero de aquí soy y lo quiero mucho.
Me identifico con usted claramente, he sentido las puertas cerradas, sin apellidos,tramitado como nunca, pospuesto lo llamaremos, sin plata y cansado de pasar volantes o CVitaesss. (Y reso que aqui naci , pero regrese muy tarde a Chile.)
Chile, país provinciano y mediocre, pero de aquí soy y me tengo que ir pronto.
Buen Viaje para usted.
Hola Arturo, a pesar del tono indignado de mi artículo, tengo total convencimiento que es posible cambiar lo que critico y ese es mi empeño en la vida, del cual tengo muchos ejemplos positovs de avances. En lo general, se trata de producir políticas públicas que promuevan capacidades y relaciones que rompan estas rigideces sociales e históricas de nuestro país, pero el lo particular, con cada persona, se trata de aprender a articular ofertas de valor a otras personas y producir satisfacción. Esa capacidad, en contexto de los cambios del mundo y redes de relaciones, es una fuente inmensa de transformación social. Así que, tengo toda la esperanza que podemos hacer un Chile mejor. Saludos,
Ricardo Román