Como el artículo anterior, este artículo profundiza en los aspectos que sustentan el crecimiento de las economías de China e India, las consecuencias para la economía mundial y algunas lecciones para países como los de América Latina. Este artículo y el anterior ayudan a poner el foco en el horizonte del futuro del mundo y del poder para reconfigurarlo. En síntesis, comenzar a entender esas culturas, su historia, sus valores y los factores que permiten su crecimiento:

Quepasa

El nacimiento de Chindia

La irrupción de “Chindia” -el poder de China e India- es la mayor revolución económica de los últimos 50 años y será la huella que definirá la primera mitad del siglo XXI. Este artículo aborda las consecuencias para el planeta y, en particular, para Chile que acarrea este nuevo escenario.

Por José Manuel Silva

En 1750, sólo décadas antes del despegue económico del mundo anglosajón – más conocido como la revolución industrial- China e India en conjunto representaban más del 54 % de la producción manufacturera del planeta y su población equivalía a algo más de la mitad del total mundial.

Doscientos años después, el primer número se había reducido a cerca del 5%. Es decir, su importancia relativa en la economía mundial había disminuido a un décimo de lo que alguna vez fue. Paralelamente, su población seguía representando casi la mitad del planeta, por lo que ésta se había empobrecido enormemente en términos relativos.

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¿Qué ocurrió entre esas dos fechas?

Ocurrió que el mundo occidental se embarcó en el proceso de creación de riqueza más dinámico de la historia de la humanidad. A pesar de las irracionales guerras que durante este período enfrentaron a varios de dichos países, a pesar de múltiples recesiones y una gran depresión, las naciones de Occidente, lideradas primero por Inglaterra y sus ex colonias (Estados Unidos inclusive), superaron en varias veces el crecimiento económico de los gigantes orientales. Ello como consecuencia del proceso de apertura al comercio exterior, aumento en la productividad de la mano de obra por su especialización, definición y respeto de derechos de propiedad y, en general, un sistema basado en la competencia y la propiedad privada. Paralelamente, los gigantes orientales probaron diversas recetas de autarquía económica, confiados en sus enormes mercados internos y en sus milenarias civilizaciones. Las últimas recetas fueron el socialismo real de Mao Tse Tung en China y el socialismo estatista de Nehru en India. Con ellas, ambos países tocaron fondo, al padecer sus poblaciones hambrunas y estrecheces. Se llegó a la paradoja de que los mejores ingenieros indios, formados gratuitamente en su país, terminaron generando riqueza en California, al emigrar de su tierra que les había proporcionado una educación de excelencia pero que no les daba oportunidades.

Revolucion de Deng

Sin embargo, el péndulo comenzó a cambiar al morir Mao y asumir Deng Xiao ping como secretario general del Partido Comunista Chino. Este inició un proceso gradual de apertura en la economía, la que respondió con inusitado dinamismo a los nuevos incentivos generados. Es así como China ha logrado un crecimiento económico anual promedio superior al 9 % en los últimos 25 años. A esa tasa la economía se duplica cada 8 años.

Deng pasará a ser reconocido como uno de los gigantes del siglo XX, al gatillar la mayor revolución económica de la historia: insertar a más de mil millones de sus conciudadanos en la economía capitalista y probablemente empujar a su archirrival geopolítico, India, a cambiar también su modelo, basado en un Estado omnipresente y una economía cerrada al comercio.

2050: la más grande

La inserción de China en la economía global está teniendo consecuencias predecibles, pero no por ello menos espectaculares. En los últimos 50 años otros países del mundo, especialmente asiáticos, han gozado de fuertes tasas de crecimiento durante décadas. Sin embargo, no se trata de naciones de mil millones de habitantes. China ya representa la cuarta economía del mundo y según las proyecciones del banco de inversiones norteamericano Goldman Sachs, será la mayor hacia el 2050. Su nivel per cápita será aún bajo, pero en vez de pertenecer al grupo de países de extrema pobreza, como era el caso en 1977, pertenecerá al de clase media. Lo anterior no es trivial: significa que la clase media del mundo se verá incrementada por cientos de millones de habitantes con el respectivo incremento en el consumo.

India, eterno rival geopolítico de China, no ha querido quedarse atrás. Con algo más de lentitud, inició a comienzos de los noventa el gradual desmantelamiento de la abigarrada maraña regulatoria que asfixia al sector privado y lo mantiene parcialmente aislado del mundo. A raíz de ello la tasa de crecimiento saltó desde 3% anual a 6 % y en los últimos años al 7% u 8 %.

El boom de Chindia

El ascenso de Chindia -esa poderosa fuerza de China e India- es la mayor revolución económica de los últimos 50 años y será la huella que definirá la primera mitad del siglo XXI.

Hacia el año 2020, de mantenerse las actuales tendencias, los dos gigantes asiáticos tendrán un PGB nominal de 6,3 trillones de dólares (equivalente al 63% del actual PGB de Estados Unidos), representarán el 10,6 % del PGB mundial (versus el 5,3 % en su peor momento, en los años 60) y el 40 % de la población mundial.

Consumirán el 50% de los recursos naturales que se producen mundialmente (versus el 30 % de hoy) y serán los mayores exportadores mundiales de bienes y servicios. Según una proyección del Deutsche Bank, la demanda por cobre en China podría pasar de 3 millones de toneladas en el 2005 a 20 millones el 2020 (Chile produce algo más de 5 millones anualmente). Para nosotros, país relativamente rico en materias primas minerales y agrícolas, ésta puede ser la mejor noticia de los últimos 100 años (junto con haber abierto nuestra economía al mundo en paralelo a lo ocurrido en China).

Entre el 2005 y el 2020 la demanda por hierro en Chindia podría pasar desde 465 millones de toneladas a 1.385, y la de petróleo desde 378 millones de toneladas a 1.100 millones. La relativa abundancia de mano de obra y escasez de materias primas, es lo contrario de lo que caracterizó el ascenso de Estados Unidos durante el siglo XIX, en donde se incorporó a la economía mundial una oferta creciente de tierra y materias primas que produjó un fuerte descenso relativo de los precios de éstas a nivel mundial.

Por el contrario, el ascenso de Chindia generará una constante presión al alza en los precios de las materias primas y la tierra y una presión a la baja en los salarios. La densidad poblacional es de 129 habitantes por kilómetro cuadrado en China y 357 en India. Estados Unidos tiene sólo 29 y Francia 100. Es probable que la distribución planetaria del ingreso empeore aunque aumente el crecimiento mundial (todos menos pobres, pero los ricos proporcionalmente más ricos). Esto sin duda tendrá repercusiones políticas y curiosamente, esta revolución capitalista le podría dar un segundo soplo de vida al alicaído movimiento socialista al apelar éste a los perdedores relativos (trabajadores no calificados y semicalificados fuera de India y China, industriales que compiten contra esos dos países).

El ascenso de la clase media en China e India será una de las fuerzas motrices de la economía global en los próximos 25 años. China tiene hoy doce autos por cada mil habitantes; esta cifra es de 64 para Brasil y 107 para México (490 en Francia). Esta demanda ya se ha desatado: el año pasado se vendieron 78 millones de televisores en Chindia y 26 millones de refrigeradores. Las ventas de la multinacional de detergentes Procter & Gamble en China eran de US$150 millones en 1993; hoy superan los US$2 mil millones. China ya tiene más de 300 millones de suscriptores de celulares (eran menos de 30 millones hace una década), ha construido más de 3 mil kilómetros anuales de autopistas y entre 1991 y el 2003 la inversión creció 21% anual.

Fuera del cobre y demás minerales, otras de las industrias chilenas que más se deberían beneficiar del crecimiento chino son la de la madera y la celulosa. Entre 1990 y el 2003 la demanda por celulosa creció 9,3 % anual promedio en dicho país. Sin embargo, las importaciones lo hicieron a una tasa de 26 %. En ese mismo período, la demanda por papel de diario creció 12 % anual (las importaciones un 25 %), la de papel tissue 13,4 % (las importaciones un 15 %), la de cartón corrugado 14 % (las importaciones un 12 %). La relativa escasez de bosques en China hace prever que las importaciones seguirán creciendo más rápido que la demanda. Las de celulosa podrían crecer entre 3 milones y 5 millones de toneladas de aquí al 2010. Una de las plantas grandes de Celulosa Arauco produce entre 750.000 y un millón de toneladas.

Las consecuencias

En definitiva, estamos presenciando la mayor reestructuración económica del mundo desde la revolución industrial, la madre de todas las privatizaciones. Algunas consecuencias predecibles para el mundo y, en particular, para Chile son:

La sobreoferta de mano de obra barata pondrá presión sobre los salarios del mundo, al incrementarse radicalmente la oferta de mano de obra no calificada, semicalificada e incluso profesional. Por lo tanto no es el momento de rigidizar el mercado del trabajo ni de encarecer artificialmente la mano de obra que compite con indios y chinos.

A su vez, la relativa escasez de tierra, agua, energía y minerales de China (e India) presionará permanentemente al alza los precios de las materias primas. Para países relativamente ricos en ellas – como Chile, Argentina, Brasil y parte de Africa- esto puede ser una bendición (si se administra bien) o la peor de las maldiciones si se trata sólo de una fuente de riqueza fácil que se desvanecerá cuando los altos precios incentiven la sustitución o nuevas tecnologías reemplacen al cobre, al petróleo u otros productos básicos.

China tiene un excedente de ahorro: esto ayudará a financiar su desarrollo, pero también contribuirá a mantener bajas las tasas de interés reales en el mundo.

La otra cara de la medalla del punto anterior es una permanente tendencia a producirse una sobreoferta en aquellos bienes que manufactura China, presionando a la baja sus precios. Ojo con los países o industrias que compiten con China.

Por lo tanto, para Chile no es el momento de desarrollarse “poniéndole valor agregado a sus materias primas” (industria), sino más bien desarrollar al máximo su actual matriz exportadora (minerales, agroalimentación, madera y celulosa) y usar los excedentes de ésta para producir un gran salto en educación que le permita desarrollar un polo de servicios regional (financieros, de salud, de educación, de retail y de apoyo a sus industrias de escala mundial).

Pero sin duda lo que no le corresponde hoy a Chile es dudar del exitoso rumbo económico que inició a mediados de la década del setenta (en paralelo con China) sino más bien perseverar en él y profundizarlo.

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