Lo más esperanzador que trae esta creciente preocupación por la felicidad como fenómeno social (no sólo individual) en Chile es la rebelión ante el gobierno de la economía totalizante que nos contamina por lado y lado desde hace 20 años.

Es cierto que sin crecimiento, inversión, control de la inflación y empleo, es imposible alcanzar la felicidad, pero también es cierto que un país no puede reducir su felicidad al crecimiento del PIB. Ya sabemos que aunque el dinero no hace la felicidad sí ayuda, pero a veces olvidamos que la felicidad requiere otros componentes como comunidad, sentido, orgullo, reflexión, solidaridad, tareas que son deber del gobierno, tanto como de la familia, las iglesias o el Hogar de Cristo. Para más adelante quedará cuestionar la receta de silabario en que a todo problema se aplica baja de impuestos, desprotección laboral, sacrificio del ambiente e incentivos a las grandes empresas. Se puede ser creyente en el mercado y la globalización sin ser devoto del ???consenso de washington???, porque ¡existe! Finlandia, Suecia y Asia. En fin, más sentido:

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CONCLUSIONES:

¿Somos felices?

Si don Enrique Mac Iver viviera hoy, aquella afirmación de que “no somos felices” podría ponerse en duda. La familia, la relación con los hijos y la relación de pareja son las mayores fuentes de satisfacción para la mayoría. Pero no sólo es esto. Los chilenos parecen satisfechos de su aspecto físico, de su estado de ánimo y de su salud. Esta encuesta es un ambicioso proyecto para adentrarnos en nosotros mismos.

Roberto Méndez

Los chilenos estamos obsesionados con nuestra propia identidad, y creo que con razón. ¿Cómo somos realmente? ¿Somos los que se desplazan por autopistas concesionadas provistos de “tags”? ¿O somos aquellos cientos de miles que acuden cada año a Lo Vásquez con las rodillas destrozadas a pagar su manda a Nuestra Señora? ¿Existen varios Chile, o son simplemente las diversas caras de una misma y compleja realidad?

La Encuesta Nacional Bicentenario es un ambicioso proyecto para adentrarnos en nosotros mismos. En este Chile un tanto elusivo, que de pronto se nos aparece alegremente embarcado en la globalización y en la modernidad, pero también, a veces, en una polvorienta plaza de provincias, pareciera haberse quedado detenido en la siesta colonial. Cuando nos acercamos a celebrar los 200 años de vida independiente, quizás sea bueno develar el misterio. O al menos dejar un registro, una foto, para que los que vengan mañana puedan interpretarnos y de paso comprenderse mejor a sí mismos. Así como hoy buscamos en forma obsesiva, en los registros de hace 100 años, cuál era la evidencia que llevó a Don Enrique Mac Iver, en 1900, a proclamar aquella dramática sentencia: “Creo que no somos felices”, y tratar de comprender mejor por qué hemos llegado hasta donde hemos llegado.

Porque, ¿somos felices los chilenos al iniciarse el siglo XXI? ¿Estamos viviendo, como algunos pregonan, un momento extraordinario de prosperidad y bienestar? ¿O, como es el sentir de otros, hemos creado una sociedad precaria y amenazante en la que la mayor parte de los nuestros se siente vulnerable y desgraciada?

El proyecto

La Encuesta Nacional Bicentenario es un intento de responder a estas interrogantes. Es el fruto del esfuerzo de muchos. Por una parte, la Pontificia Universidad Católica de Chile junto con Adimark han realizado un trabajo de muchos meses de análisis académico y técnico para el diseño e implementación de un instrumento que ha de aplicarse sistemáticamente por un plazo de 5 años, desde aquí hasta 2010. Por otra, El Mercurio y Canal 13 han aportado recursos y visión para la puesta en marcha y difusión de tan ambicioso proyecto, único en nuestro medio.

Hoy conocemos los resultados de la primera medición, la correspondiente al año 2006, y ya aparecen aspectos absolutamente sorprendentes de nuestra disímil realidad. Pero el producto final está diseñado para ser analizado completamente a su término, cuando el país celebre su Bicentenario, en 2010. Economistas, sociólogos, psicólogos, cientistas políticos, teólogos, todos parte del cuerpo docente de la Universidad Católica han participado en el diseño, y participarán en los análisis de la información que vaya emergiendo cada año, hasta su culminación.

La encuesta fue diseñada con rigurosidad, y se consultó los mejores proyectos similares disponibles en otras instituciones académicas del mundo. La muestra, enteramente probabilística, comprendió en esta primera aplicación consultas cara a cara a 2.042 personas, distribuidas por todo el territorio nacional. El universo abarca el 100% de la población del país, mayor de 18 años, omitiéndose sólo algunas zonas de muy difícil acceso, territorios insulares y otros que no representan más del 1% de la población total. Durante mayo y junio de este año, se visitó un total de 86 comunas, de uno a otro extremo del territorio para obtener las entrevistas. (Ver ficha técnica para mayores detalles sobre la metodología).

El orgullo de ser chileno

Algunos resultados, ya en la muestra de 2006, parecen especialmente destacables. Aquí van algunos, sin pretender abarcar toda su rica extensión.

A primera vista, el orgullo de ser chileno es un sentimiento fuertemente compartido y extendido entre nosotros, al menos en el discurso. Todos, o casi todos, afirman valorizar fuertemente esta pertenencia y se identifican con ella. Más aún, predomina extendidamente la visión de que Chile es “el mejor país para vivir en América Latina”. En especial, son los de mayor edad y los grupos socioeconómicos más modestos los que más fuerte y más unánimemente manifiestan tan intenso sentimiento patriótico. Los jóvenes parecen algo más escépticos, y también los sectores más acomodados. En el extremo, entre los jóvenes con alta educación y holgada situación económica, predomina un nacionalismo “suavizado”, que, sin desconocer su chilenidad, los hace percibirse a sí mismos como ciudadanos globalizados, abiertos a la posibilidad de vivir y trabajar en cualquier lugar donde existan buenas posibilidades.

Quizás sea el modelo de desarrollo que hemos elegido o lo abierto de nuestra economía, pero lo cierto es que los chilenos están viviendo con los ojos muy abiertos hacia el mundo. La globalización, al revés de lo que sabemos de muchos países en el planeta, está lejos de ser una amenaza para los chilenos. Apenas un tercio de ellos ve una amenaza a la identidad nacional en la globalización, un resultado sorprendente, y que nos ubica probablemente en el extremo de las naciones pro globalización en el mundo. “En el futuro no va importar tanto ser chileno”, dice más de un tercio de los nuestros, y más de la mitad opina que “para llegar a ser un país desarrollado debemos mirar hacia fuera y globalizarnos, y no preocuparnos tanto de nuestra historia y nuestro pasado”. Opinión que, me imagino, hará fruncir el cejo a los nacionalistas que aún queden entre nosotros.

Pero la apertura al mundo globalizado es aún más radical: el 49% de los chilenos opina que “se iría fuera del país” si se le ofreciera la oportunidad de duplicar sus ingresos en el exterior; y entre los más jóvenes, ¡llegaría a 75%! los que se decidirían a marcharse ante tamaña oportunidad. Entonces, ¿somos nacionalistas? Bueno, quizás sí, pero reconozcamos que parece tratarse de un sentimiento, por decir lo menos, pragmático.

Y en cuanto a lo que pueda quedar de nuestro pasado como colonia, sorprenderá saber que el país más admirado por los chilenos, a 200 años de su Independencia, es ni más ni menos que la propia España. En segundo lugar, y a corta distancia, los chilenos dicen admirar a Estados Unidos. Es decir, de temores a colonialismos, ni hablar.

Crecimiento, Estado y equidad

En materias económicas, las opiniones muestran un extendido individualismo y cierta lejanía y falta de expectativas frente al rol del Estado, aunque con sus contradicciones.

Es el propio individuo, antes que el Estado, quien debe “preocuparse y responsabilizarse de su propio bienestar”, dice la mayoría. La que muy masivamente concuerda con que “quienes hacen mejor su trabajo deben ganar más, aun en el mismo cargo”. Lo anterior, sin perjuicio de la existencia de una muy amplia conciencia de la desigualdad imperante en nuestra sociedad. En efecto, puestos a decidir ante una dicotomía entre crecimiento e igualdad, la mayoría de los chilenos dice hoy preferir que se busque la igualdad.

Pero a pesar de esta demanda igualitaria, la actitud hacia la opción de “más impuestos para más beneficios sociales” resulta dejar incierta a la mayoría de la población que, posiblemente, tiene grandes dudas acerca de si, en esta opción, le corresponderá estar en el lado de quienes reciben los beneficios o en el lado de quienes pagan la cuenta.

Calidad de vida

Si don Enrique Mac Iver viviera hoy, aquella afirmación de que “no somos felices” podría ponerse en duda. Los resultados que están emergiendo más bien nos muestran que los chilenos experimentan amplios niveles de satisfacción, y en muy diversos aspectos de sus vidas.

Por supuesto, la familia, la relación con los hijos y la relación de pareja son las mayores fuentes de satisfacción para la mayoría. Pero no sólo es esto. Los chilenos parecen satisfechos de su aspecto físico, de su estado de ánimo y de su salud. La presencia de estrés, depresión, insomnio y otros males que algunos sectores afirman ser verdaderas epidemias colectivas de los chilenos, aparecen por cierto, pero muy lejos de los niveles de pandemia que algunas visiones catastrofistas han denunciado.

Los barrios, las ciudades, las viviendas, todo aparece bastante más amable de lo que habíamos imaginado. Y no es que no tengamos problemas, o que predomine un sentimiento de complacencia. Nada de eso, es sólo que las preocupaciones y las angustias parecen venir de otros frentes: las deudas, la calidad de la educación, el financiamiento de la vejez, la soledad.

Las políticas públicas del siglo XX, el ascenso y descenso de los partidos y movimientos políticos, los gobiernos que elegimos, todo aquello fue afectado por los encendidos y profundos debates que se originaron en Chile con motivo del primer centenario de 1910. Por eso, la discusión de estos próximos cinco años es mucho más importante que un mero recuerdo del pasado. Se trata de un balance que, estoy seguro, contribuirá a moldear el Chile del siglo que se inicia. La Encuesta Nacional Bicentenario pretende ser una contribución en este sentido.

CURIOSIDADES

Los datos más llamativos

Según el sociólogo de la UC y encargado de la encuesta de esa Casa de Estudios, Eduardo Valenzuela, ésta trae varios datos sorprendentes y otros esperables. La mayoría de ellos muy llamativos, pues explican por primera vez la idiosincracia del chileno.

País fiestero, de cueca y empanadas

Como nota, los encuestados le ponen un 6,3 al “orgullo de ser chilenos”. Un 78% se siente bastante identificado con el país, incluso los jóvenes (71%, porcentaje que decae notablemente cuando se les pregunta por su barrio o su ciudad). El 82% se siente orgulloso de la historia de Chile y la mayoría (74%) considera que éste es el mejor país para vivir en América Latina. Los más jóvenes, en especial los de estratos altos, se identifican menos con la historia. En cambio, los más adultos de las clases populares son los más orgullosos.

A pesar de esto, la mayoría es proclive a aceptar la globalización y la pérdida de identidad nacional para lograr el desarrollo.

Según Valenzuela, somos nacionalistas, pero a nuestra manera. Lo único que nos importa de verdad es nuestra soberanía. “La verdad es que somos un país fiestero, con un nacionalismo de cueca y empanadas”.

-Fuga de cerebros: Al menos la mitad de los encuestados se iría si tuviera la oportunidad de tener una mejor calidad de vida. Pero los más dispuestos a emigrar son los jóvenes de estratos medios y altos y con educación universitaria. En cambio, contrario a lo que pasa en países como Perú, lo más pobres (50%) y quienes tienen menor educación (57%) no se irían por ningún motivo.

-Inmigrantes: Las personas con mayor nivel de educación valoran más los aportes que han hecho los extranjeros a la economía del país. Pero hay concordancia -aunque se da con mayor relevancia en la clase social más baja- en que cuando falta trabajo se debe dar prioridad a los chilenos.

-Cero problema con los colonizadores: España es el país más admirado por los chilenos (14%), porcentaje que se da aún más fuertemente en los sectores de clase media (20%) y alta (16%). En cambio, la clase baja admira más a Estados Unidos, luego a Brasil y después a Argentina.

Idiomas

La mitad de la clase social alta dice hablar y entender perfectamente un segundo idioma. Sin embargo, sólo un 12% de ellos ha vivido fuera del país por más de un año. A nivel total, la verdad es que Chile no es bilingüe, pues la gran mayoría (72%) dice no hablar ni entender un segundo idioma.

Una solución para Bolivia

60% de los chilenos se inclina por darle una solución a Bolivia. 47% piensa que hay que entregarle facilidades portuarias y 13% que hay que darle una franja de territorio con salida al mar. Pero un tercio de los encuestados piensa que no hay que darle ninguna de las dos cosas. La actitud más severa hacia la reivindicación boliviana proviene de quienes tienen menos educación e ingresos y se identifican con la derecha.

Creyentes, pero poco confesionales

La identificación religiosa que arroja la encuesta es similar a la del Censo 2002: 70% católicos, 15% evangélicos, 10% no se identifica con ninguna religión, 4% de otras religiones y 2% es ateo y/o agnóstico.

-Los datos más sorprendentes: Uno de cada cinco ateos o agnósticos cree en Dios. Algunos que se definen católicos responden que no creen en Dios.

Casi dos de cada cinco católicos y casi tres de cada 10 evangélicos no cree en la vida después de la muerte. En cambio, un tercio de los ateos y agnósticos sí creen.

Hablando de la Virgen, más de uno de cada 10 católicos no creen en ella, pero sí lo hace uno de cada cinco evangélicos.

-Los hijos y la religión: Sólo al 51% de los chilenos le gustaría que sus niños estudien en colegios religiosos. Y al 83% no le complicaría nada que algún hijo se case con una persona de otra religión.

FICHA TECNICA

UNIVERSO: Toda la población de 18 años y más, hombres y mujeres, de todos los niveles socio-económicos que habitan en todas las comunas del país, con omisión de zonas de muy difícil acceso que representan menos del 1%.

M??TODO DE MUESTREO: Encuesta enteramente probabilística. Muestreo estratificado en cuatro etapas, que comprende la selección aleatoria de comunas mediante un sistema proporcional al tamaño, selección aleatoria de conglomerados o “manzanas” mediante muestreo aleatorio simple, selección de viviendas dentro de cada manzana mediante método de salto sistemático y selección aleatoria de personas dentro de cada vivienda mediante tabla de Kish modificada.

TIPO DE ENCUESTA: Entrevistas cara a cara en hogares.

TAMA??O MUESTRAL: 2.042 personas distribuidas en 86 comunas del país.

MÁXIMO MARGEN DE ERROR: 2,2% y un nivel de confianza del 95%.

FECHA DE APLICACI??N: Entre el 6 y 20 de junio de 2006.

EN INTERNET

En www.emol.com, todos los gráficos de esta parte de la encuesta.

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