Edificio Ciudad de Mexico

Estoy pasando nuevamente mis vacaciones de Navidad en México, con la familia de Pilar mi esposa. Con algo de nostalgia por el Santiago que queda, querida familia incluida, este México es fascinante y encantador. Nada de las leyendas terroríficas de delitos a toda hora ni vestigios del conflicto político de las elecciones presidenciales.

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Los mexicanos son simples, realistas, quizás por eso, alegres y amistosos. Como el dicho ???a rey muerto???, a presidente electo presidente reconocido, y a seguir chambeando. Por eso, más que el chauvinismo que recomienda salir de Chile para tomar conciencia de lo fantástico que estamos, me encanta llenarme de este ánimo liviano de llevar la vida -qué más queda- trabajar duro pero sin agobiarse y celebrar por lo que se deje. Se puede vivir en una mega ciudad, compleja, sobrepoblada, contaminada, vertiginosa, y disfrutar la vida, ser feliz. Mucho de eso responde a esa profunda sabiduría de no tomarse nada tan en serio ???llevarla suave- y arrojarse a lo que hay que hacer. No quejarse. Un saludo siempre recibe de respuesta ???aquí, jodidos pero contentos???. Son solidarios hasta la confusión.

Mi viaje comienza con un trasbordo en el aeropuerto de Lima, que no conocía, y es el primer anuncio que hay países más grandes que el mío, que funcionan después de todo. Donde miro veo un país grande, con una cultura noble y diversa.

Llegar a México, lo he dicho antes, es sumergirse en una serie de aromas, a una tibia humedad de invierno, a comidas en la calle impregnada de chile y elote, a Viaducto lento pero que avanza. Pilar me lleva directo a la colonia Condesa, a presumirme el antiguo Cine Bella ??poca, transformado en una mega librería del Fondo de Cultura Económica ???cosas del subdesarrollo, me explica-, lo que uno imagine, imperdible. Nos esperan muchas celebraciones, posadas, cenas, recorrer artesanías, el Zoo, visitar antiguos amigos y algunos días en el mar. Saludos a los amigos de aquí y de allá.