Semana Inclusión Digital

El Mercurio muestra una experiencia de esperanza en la ampliación de las posibilidades de la era digital para las personas más modestas en América Latina. Uno de los principales obstáculos para avanzar en la democratización de las posibilidades de empleo, democracia y cultura, está en la reticencia de los líderes políticos (locales, nacionales y regionales) en avanzar en estos esfuerzos. La fuente principal es el desconocimiento: en qué consiste, es muy caro, la gente no lo entiende, deshumaniza, mejor es el contacto personal. Todos prejuicios y defensa ante lo desconocido.

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Testimonios:

Más que computadores, esto es conocimiento que transforma

Con este eslogan se celebró la Semana de la Inclusión Digital. ??stas son sus historias humanas.

Eliette Angel V.

El ex minero Juan Cuevas al fin pudo difundir sus poemas cuando aprendió computación. Nicolás Cáceres encendió por primera vez un PC a los 75 años, y nunca más lo volvió a apagar. La lengua materna de Carla Retamales -que sólo escucha por un oído- es la de señas. Pero gracias al MSN Messenger ha logrado perfeccionar su español. Y Julio Cáceres, a bordo de su silla de ruedas, asistió a clases de informática para poder comprender esas cosas extrañas de las que hablaba su hijo Manuel (14), “CPU, mouse y teclado”.

Son la “inclusión digital”. El Comité para la Democratización de la Informática (CDI) celebró la Semana de la Inclusión Digital.

La fiesta tiene su historia. A fines de marzo de 1995, el brasileño Roberto Baggio inauguró el CDI abriendo las puertas de la primera Escuela de Informática y Ciudadanía (EIC) en una favela. En conmemoración a esa escuela, desde 2001, festejan la última semana de marzo.

“El CDI es una multinacional de la solidaridad”, cuenta con su voz pausada Eugenio Vergara (32), director de CDI Chile.

Y si bien los computadores son importantes, finalmente, las historias del CDI no son de máquinas. Son historias humanas.

EIC “Centro de Adulto Mayor Matucana”

Para navegar no hay edad

La primera vez que Nicolás Cáceres vio un computador fue en los años 60, en la empresa que trabajaba. “Era enorme. Medía como doce metros”. Pero debieron pasar 40 años para que aprendiera a usar uno.

“¿Qué edad crees que tengo?”, pregunta coqueto Nicolás.

-¿68?

“No, tengo 78”, responde orgulloso. Hace doce años que Nicolás quedó viudo. Pero de solitario, nada. Vive con sus tres nietos universitarios y su agenda está repleta. En abril sumará otra actividad: asistirá a su séptimo curso de computación, en tres años, en la EIC del “Centro de Adulto Mayor Matucana”.

Nicolás tiene su pandilla: ocho adultos mayores que partieron desde el “kínder” de la informática, como él mismo dice. Su primer profesor abrió un computador y les mostró de qué estaba hecho. “Nos dimos cuenta de que no era nada del otro mundo”, recuerda. Y ahora viene su “graduación”: deberán hacerse cargo del informativo del centro.

“Lo que más me gusta es que tengo al alcance la enciclopedia del mundo (internet)”, acota. No le gusta chatear. Pero se comunica por mail. Ha quedado maravillado con las fotos que su hijo le manda por correo. “Esto es una oportunidad extraordinaria para los adultos mayores. Y uno se valoriza más por el hecho de discutir un conocimiento actual, al nivel de la gente joven. Antes los adultos mayores estábamos como arrinconados. Ahora no”. Y añade: “Es una cosa tan linda la que se ha producido”.

EIC “El chiflón digital” de Lota: De minero a poeta

Este 16 de abril se cumplen 10 años desde que cerraron la mina en que trabajaba Juan Cuevas, en Lota. Toda una vida en la que no vio la luz del sol. Pero en que daba a luz poemas anónimos que escribía de su puño y letra. Aunque es celoso de sus creaciones, un día le pagó a una señora para que los escribiera en el computador. “Pero los iba cambiando, les iba poniendo de ella. Eso me hacía perder la continuidad de mis escritos. Preferí guardarlos”, cuenta Juan.

Hasta que llegó a trabajar en el Centro Cultural Comunitario Pabellón 83. Allí se instaló la EIC “El chiflón digital”. “Cuando hice el curso de computación, me cambió la vida, se me abrió toda una posibilidad porque nunca pensé que iba a escribir mi trabajo”, cuenta. Lo primero que tipeó en el computador fue obviamente un poema. El programa de texto le iba soplando sus faltas de ortografía. Porque Juan habla perfecto, pero reconoce que no escribe igual. Llegó hasta 8º básico.

Ahora Juan es reconocido como vate. Lo invitan a programas de televisión a leer poesía, postuló a un Fondart y hasta en la página web del Pabellón 83 ( www.pabellon83.cl) se lee “Juan Cuevas Torres, guía y poeta”.

EIC para Sordos, Valparaíso: Oídos para los que no oyen

“El gran tema en la educación del sordo es la comprensión de lectura y la escritura”, explica Juan Luis Díaz, profesor de la EIC para Sordos de Valparaíso. Porque su lengua materna es muy distinta al español en todo: el lenguaje de señas.

Uno de los objetivos de esta EIC es claro: “Motivar que ellos puedan comunicarse bien. De hecho, el tiempo que dedican al MSN Messenger y al correo electrónico es bastante. Y eso mismo, sin que ellos tal vez se den cuenta, los motiva a escribir bien para poder comunicarse, para que el mensaje sea entendible. Y entre sordos se comunican por webcam, por lenguaje de señas”, comenta Díaz, educador diferencial.

Esta tarea de darse a entender en español resulta más fácil en algunos alumnos, los hipoacústicos (que escuchan por un oído), como Carla Retamales (17), estudiante de II Medio.

Por Messenger, Carla cuenta su experiencia: “Algunos escriben bien y los demás escriben muy corto”. Ella encuentra que ha mejorado mucho, y agrega que la “escuela de oyentes” no le servía. Luego, se despide y se va a juntar con su pololo de dos años.

EIC Jesús Niño, de La Pintana: Terror al PC

Cuando Guiselle Ferreira empezó a trabajar en 2004 como coordinadora de la EIC Jesús Niño, en La Pintana, debía ir casa por casa buscando gente que quisiera participar en los cursos de computación. Y si ya costaba conseguir alumnos, lo peor venía después. “Les decía: ‘Vamos a prender el PC’. Y nada, le tenían terror. Pensaban que el computador se los iba a tragar. Pero cuando terminaban el curso, era súper rico”, recuerda Guiselle, pintanina. La cosecha vino rápido: en 2005 los alumnos empezaron a llegar solos. Y el año pasado la demanda explotó: se capacitaron más de 60 personas.

Julio Cáceres (58), ex alumno de la escuela, espera, paciente, en su silla de ruedas. Tuvo poliomielitis. Hizo el curso para entender los términos extraños que usa su hijo Manuel (14): “CPU, mouse, teclado”. Llegó hasta 6º básico.

“La tía, con su paciencia, nos enseñó bastante. Empecé a escribir mi nombre en el computador. Todo me gustó, cada día iba aprendiendo cosas nuevas”, comenta Julio. La primera carta que escribió fue para su hijo Manuel.

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