Lula & Bush

Quépasa
El oro verde de Lula

Brasil es el mayor productor de etanol del planeta, el combustible que hoy carga la chapa de ser el futuro sustituto del petroleo, con todas las implicancias políticas que ello conlleva. Los dueños del “oro negro” miran con resquemor la alianza entre EE.UU. y Brasil -sobre todo Hugo Chávez-, mientras billonarios como Bill Gates, Richard Branson, George Soros y los dueños de Google invierten en la producción de este alcohol que contamina menos y se obtiene, principalmente, de la caña de azúcar, del maíz y de la celulosa. Esta es la historia del furor por el etanol publicada en la revista Foreign Policy.

Por Iñigo García

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Cuando en 1976 el gobierno militar de Brasil decidió paliar las futuras e hipotéticas crisis energéticas con la fabricación intensiva de alcohol elaborado a partir de la caña de azúcar para sustituir al petróleo, ningún país siguió sus pasos. Treinta años después, un informe del Departamento de Energía de EE.UU. aseguraba que “las reservas mundiales de crudo están siendo esquilmadas a un ritmo tres veces más rápido de lo que son descubiertas”.

En dicho estudio se afirma, además, que dentro de las tres primeras décadas de este siglo el hombre habrá consumido más de la mitad del oro negro existente en el planeta, punto a partir del cual la producción descenderá a un ritmo de entre 2% y 3% anual. Llegará un momento -en un futuro no muy lejano- en que el descubrimiento y explotación de nuevos pozos petrolíferos resultarán tan costosos que el oro negro habrá dejado de ser rentable.

El informe se divulgó en medio de un escenario nada de optimista: el petróleo se encontraba en su punto más alto de la historia, superando la barrera de los 70 dólares por barril. Entre las razones esgrimidas para explicar el alza se encontraban el curso impredecible de una guerra desastrosa en Irak, el gobierno de Hugo Chávez en Venezuela, la crisis nuclear entre los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU y un Irán que amenazaba con cortar el suministro de Oriente Medio -una tercera parte del total mundial-.

Además, más allá de cuestiones definidas como coyunturales por la mayoría de los analistas, se achacaba el incremento de los precios a la demanda creciente por parte de China e India, inmersas en su propia revolución industrial. Cabe señalar, sin embargo, que, según datos de British Petroleum, aunque el consumo de China crece a uno de los ritmos más altos del mundo, se mantiene aún en el 8,2% del total. En el caso de India, la demanda está aumentando por debajo de la media de otros países y se mantiene en el 3,2% del total mundial. Por no hablar del consumo per cápita, en el que China e India se encuentran en los últimos puestos de la lista.

Los datos de los dos gigantes asiáticos contrastan con los de Occidente: Estados Unidos se bebe el 25% del total de petróleo producido anualmente -y extrae el 8,5%- y la Unión Europea, el 18,4% -extrayendo por sus propios medios menos del 4%-. En cuanto al consumo per cápita, es evidente que Norteamérica y el oeste de Europa están entre los primeros de la lista, acompañados de Japón, Australia y Arabia Saudí.

De modo que en la primavera y el verano de 2006 los países más dependientes de un petróleo cada vez más escaso y difícil de controlar estaban muy preocupados. En EE.UU., los consumidores tenían que pagar en torno a los tres dólares por galón de gasolina, un precio inaudito en aquel país, pero todavía bastante más barato que en Europa.

Los “pozos” de etanol

En Brasil, pese a los 70 dólares por barril de crudo, el precio de la gasolina se ha mantenido estable y el gobierno de Lula anunciaba ya a principios del año pasado que, gracias al alcohol utilizado como combustible y también a las propias reservas petroleras, se había logrado la tan ansiada autosuficiencia energética (si bien es cierto que poco después tendría que tragarse la propaganda por la nacionalización del gas boliviano).

El experimento iniciado 30 años antes por el gobierno militar -y continuado durante la democracia- había tenido éxito. Tanto, que el Ejecutivo hoy se ve entusiasmado con la idea de exportar el etanol a todo un mundo desesperado por la falta de petróleo (basta ver el acuerdo de cooperación emanado tras la reciente visita en marzo de Bush a Brasil).

El etanol -“combustible del futuro” según palabras de Luiz Inácio Lula da Silva- no es otra cosa que alcohol que proviene habitualmente de la fermentación de vegetales o del tratamiento químico de los mismos. Existe ya la tecnología necesaria para producir alcohol de gran pureza (en el pasado, se conseguía en las granjas, pero con elevados niveles de plomo, que es un gran contaminante) a través de plantas como la caña de azúcar, el maíz, cebada, remolacha, patata, cáñamo, mandioca y girasol. O también de la celulosa proveniente de cierto tipo de hierba y algunos árboles.

Dado que la mayor parte de estos cultivos son muy agresivos, necesitan de amplias superficies de terrenos fértiles y bien regados, cosa que no se da, por ejemplo, en Europa Occidental.

Hasta hoy, la mayor parte se consume en una mezcla con la gasolina común, puesto que a bajas temperaturas resulta muy difícil llevarlo al punto de ignición en el motor. De igual manera, un coche que sólo es capaz de emplear gasolina al 100% no puede utilizar etanol como combustible, aunque la mayoría de los automóviles que hoy se fabrican pueden utilizar mezclas de hasta el 85% de este combustible sin modificación alguna en su motor.

¿Liberados del petróleo?

Con el oro negro por las nubes, existe ya un combustible alternativo, los automóviles pueden utilizarlo -con pocos cambios en su motor- y ha habido un país -que es la primera economía de América Latina- que lo ha ensayado con éxito. ¿Por qué no seguir entonces el ejemplo brasileño?

De hecho, ya se está haciendo. Claro que con más o menos prisa, según los países y los gobiernos. Las señales de que incluso Estados Unidos habría empezado a plantearse en serio la paulatina -y parcial- sustitución del petróleo por otros combustibles de más fácil producción y mayor rendimiento energético, en especial el etanol, son numerosas y datan, incluso, de antes de que el petróleo superase la barrera de los 60 dólares.

En el verano de 2005, de una manera que pasó prácticamente inadvertida para la prensa internacional, el Congreso de EE.UU. aprobó la Ley de Energía por la que se determinaba un aumento del 80% en el consumo de las energías renovables en tan sólo siete años. Para incentivar el cumplimiento de un objetivo tan ambicioso se establecían, entre otras cosas, exenciones fiscales de hasta 30.000 dólares para las gasolineras que instalasen surtidores de etanol (o de E85, como se denomina a la mezcla de gasolina y alcohol al 15% y 85%, respectivamente).

Hasta fines del año pasado sólo 600 gasolineras de todo el país ofrecían etanol. En febrero de 2006, en el discurso sobre el Estado de la Unión, George W. Bush denunciaba la “perniciosa adicción al petróleo, frecuentemente importado de países inestables” como Irak. “Hoy -dijo-, anuncio la Iniciativa de Energía Avanzada, un incremento del 22% para la investigación de energía limpia (???) Vamos también a financiar adicionalmente el estudio de métodos de tecnología de punta para producir etanol, no sólo a través del maíz, sino también de astillas de madera, tallos y hierba”.

Sólo unos días después de que el presidente estadounidense anunciara su plan, la ministra de Medio Ambiente sueca, Mona Sahlin, realizaba un anuncio audaz y arriesgado: Suecia sería una economía “libre del petróleo” en nueve años. Y lo conseguiría sin construir una sola central nuclear. La energía vendría, cómo no, del alcohol, pero esta vez elaborado a partir de la celulosa proveniente de las inmensas superficies forestales del país nórdico.

Que Suecia deje de consumir oro negro en 2015 puede parecer un objetivo demasiado exigente, pero lo cierto es que dicha nación ha comenzado a moverse rápido. Desde hace años una ley obliga a mezclar la gasolina con 5% de alcohol, lo que ha convertido al país en el mayor consumidor de este carburante de toda la Unión Europea. Los ciudadanos suecos parecen considerar acertada la decisión de su gobierno: en el último año se han duplicado las ventas de coches flexibles (aquellos que pueden aceptar ambos carburantes).

En el resto de Europa, el sueño de convertirse en una economía libre de combustibles fósiles va mucho más despacio. Desde hace años existe el objetivo marcado de sustituir el 10% del consumo de gasolina por etanol, pero según datos de la Comisión Europea hoy es casi imposible alcanzarlo. En Gran Bretaña, por ejemplo, y según datos de la fabricante de alcohol combustible Green Spirits, se necesitarían 10 refinerías como la que está construyendo para abastecer el mercado y cumplir con el compromiso marcado por la UE.

Si los socios europeos llevan buscando desde hace años la manera de dejar de subvencionar su agricultura -algo que no sólo es un pozo sin fondo sino que además perjudica gravemente la producción de los países en desarrollo-, quizás deberían ir pensando en poner a sus agricultores a fabricar combustible. Ellos como el resto del mundo saldrían ganando.

Los gurús compran etanol

En Estados Unidos, agricultores del Medio Oeste llevan ya varios años fabricando etanol a partir del maíz. Sin embargo, quienes se han mostrado más interesados en los últimos tiempos no son gente del campo, sino los chicos listos de lo que un día se llamó la nueva economía, gente que año tras año aparece en las listas de Forbes, algo que, más allá de las palabras de un presidente Bush en apuros, podría ser la señal definitiva de que EE.UU. estaría iniciando un cambio serio y profundo en su política energética.

Dispuestos a aliviar a su país -y al mundo- de un síndrome de abstinencia que se prevé muy duro -y por supuesto a hacer mucho dinero con ello-, Bill Gates, los fundadores de Google (Sergey Brin y Larry Page), el magnate británico Richard Branson (Virgin), Steve Case (impulsor de AOL) o Vinod Khosla (fundador de Sun Microsystems) no sólo se han interesado en el etanol como sustituto del petróleo, sino que han comenzado a invertir (sumen a George Soros que hace dos semanas anunció sus intenciones de convertirse en uno de los inversores más grandes en etanol, a través de su compañía Adeco).

Si Gates invirtió 90 millones de dólares de su bolsillo en la compañía californiana Pacific Ethanol, que prevé construir cinco refinerías de alcohol elaborado a partir de maíz, el aventurero Branson invertirá entre 300 millones y 400 millones en su propia compañía de fabricación y distribución de alcohol como combustible. Khosla, por su parte, asegura haber apostado cientos de millones de dólares al etanol: “Hoy es más barato de producir, incluso sin subsidios, que la gasolina. Y cuando las tecnologías de producción mejoren, seguirá siendo más barato que ésta, incluso si el petróleo baja a 35 dólares por barril”.

De acuerdo con los datos de la Asociación de Combustibles Renovables de Estados Unidos, actualmente existen en ese país 97 refinerías de etanol. Se están construyendo otras 33, pero aun así EE.UU. no contará con la capacidad de producción suficiente para alcanzar los 35 mil millones de litros marcados como objetivo para el 2012 por la Ley de Energía del año pasado -más del doble del consumo actual- ni mucho menos para llegar a sustituir en 2025 el 75% de las importaciones de crudo de Oriente Medio, según afirmó Bush en su discurso sobre el Estado de la Unión.

De modo que han comenzado a buscar más allá de sus fronteras suministradores -fiables- de etanol. Y han recalado, no podía ser de otra manera, en el país que lo lleva fabricando desde hace 30 años: Brasil. Cuando los fundadores de Google Sergey Brin y Larry Page visitaron São Paulo en febrero de este año, lo primero que hicieron, antes incluso de acudir a las oficinas brasileñas del buscador de internet más utilizado del mundo, fue visitar la refinería de alcohol de la empresa Cosan, una de las más importantes de ese país, en la ciudad paulista de Piracicaba. De igual manera, según la prensa brasileña y norteamericana, Gates estaría interesado en importar a Estados Unidos alcohol brasileño.

Los contras del alcohol

El gigante latinoamericano produce el 50% del etanol fabricado en el mundo. Hoy, más de 33 mil puntos de venta de carburantes en Brasil cuentan con surtidores de alcohol o de E85. Asimismo, siete de cada 10 vehículos que circulan por las carreteras brasileñas son flexibles.

Gracias a todo ello, en parte, Brasil es hoy autosuficiente. Pero no siempre fue así. El gobierno tuvo que subvencionar con miles de millones de reales a los agricultores productores de caña de azúcar y, sobre todo, a los industriales que comenzaron a construir refinerías a gran escala.

El etanol también implica riesgos. Varias cosechas malas, a mediados de los 80, supusieron una grave caída en la producción, lo que conllevó falta de suministro y la paralización de miles de automóviles en todo el país. Después de aquello, costó al menos un lustro volver a convencer a los brasileños de las bondades del alcohol.

Por último, Brasil consigue fabricar el etanol más barato del mundo. Pero el costo es humano. La caña se sigue recolectando manualmente. En el Estado de São Paulo, motor industrial y económico del país, un jornalero del azúcar cobra la misérrima cantidad de 2,4 reales (algo menos de un euro) por tonelada de caña cortada. Cada una de esas toneladas representa, en términos de energía, el 40% de un barril de petróleo. Cada año cerca de 20 jóvenes mueren trabajando en el azúcar.

Los otros interesados

Pero, además de mejorar las condiciones laborales de los trabajadores en la zafra del azúcar, los Gates, Brin, Page o Khosla, y la administración estadounidense, tendrán que sortear otros obstáculos para acabar con la dependencia del petróleo, sustituyéndolo por alcohol. Uno de ellos será, sin duda, las barreras aduaneras. Si hoy el crudo saudí cruza las fronteras estadounidenses libre de impuestos, los 261 millones de litros de alcohol brasileño que llegaron al mercado norteamericano en 2005 sufrieron una imposición aduanera de 0,54 dólar por galón (unos 0,14 dólar por litro).

En cualquier caso, y si EE.UU. al final no se mostrara demasiado interesado en su alcohol, Brasil ya tiene en cartera otros clientes. Algunos de ellos son sorprendentes. Los dos primeros en la lista de compradores de etanol brasileño, tras Estados Unidos, son dos de los mayores productores de petróleo del mundo: Nigeria importa cada año 150 millones de litros y la Venezuela de Hugo Chávez, 50 millones. Ambos países tienen previsto ampliar las compras en el futuro.

En Asia, mientras China ya ha mostrado su interés por el alcohol, entre otros productos brasileños, Japón se ha comprometido a adquirir al menos 20 millones de litros al año a partir de 2008.

El año pasado, Brasil exportó 1.700 millones de litros de este combustible. Previendo que la demanda extranjera crecerá en el futuro, la empresa estatal de petróleos, Petrobras, ya está construyendo un oleoducto que parte de las planicies centrales, con grandes cultivos azucareros, y desemboca en la costa de São Paulo. Y de allí, al resto del mundo.

Las ansias de Brasil por abrir mercados no quedan ahí. Su Banco Nacional de Desarrollo ofrece créditos blandos a las compañías brasileñas que deseen abrir refinerías azucareras en otros países de Latinoamérica. Guatemala y Panamá, al menos, se han interesado en ello.

Asimismo, tanto el ministro brasileño de Exteriores, Celso Amorim, como el de Minas y Energía, Silas Rondeau, llevan al menos un año cantándole al resto de Latinoamérica las bondades de su invento. Entre ellas, además de la reducción de la dependencia del petróleo, estaría el hecho de que el azúcar sería un “pozo inagotable de combustible ubicado en el campo, en medio de las comunidades rurales, ayudando a su desarrollo y progreso”, en palabras de Silas Rondeau. Además, el etanol ayudaría a reducir la emisión de gases contaminantes (al quemarse, produce dos tercios menos de dióxido de carbono que la gasolina) y si en algún momento llegara a concretarse el mercado mundial de derechos de emisión de dióxido de carbono constituiría un ahorro adicional.

Tras una visita a Brasil hace dos años, el entonces presidente mexicano Vicente Fox anunció en su país planes para la introducción del etanol mezclado con la gasolina en los motores de los vehículos de ese país, pero hasta ahora en dicho país se han encontrado con la férrea resistencia de la empresa estatal de petróleos, Pemex.

En Colombia, desde 2002 hay incentivos fiscales a la producción y consumo de etanol mezclado al 10% con la gasolina, y el año pasado se inauguró una refinería con capacidad de producir, a partir de la caña de azúcar, 300.000 litros al día en Cauca. Otras cinco plantas están en construcción en el mismo lugar, y antes de 2007 Colombia espera producir los 2,5 millones de litros al día que necesita para que todos sus vehículos puedan consumir una mezcla de gasolina y alcohol al 90% y 10%, según lo previsto. Después, probablemente se inicie la exportación.

América Latina y el Caribe generan más de la mitad mundial de la producción de azúcar en el mundo, así que, de partida, cuentan con la materia prima para este gran negocio que habrá que ver cómo evoluciona.

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