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Retraso enquistado
Ningún país de la región supera los US$ 10 per cápita en inversión en investigación y desarrollo al año, mientras que Corea, Irlanda o Australia superan los US$ 200
Felipe Aldunate M.
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De las ventas de las 500 empresas más grandes de América Latina, más del 50% corresponden a energía, minería y alimentos. Si sumamos cervezas y cemento, la cifra bordea el 60%. La ponderación de estas industrias en las exportaciones latinoamericanas es similar. A pesar de los cambios tecnológicos y las oportunidades que ofrece la globalización, la economía de la región sigue principalmente enfocada en industrias que ya existían hace más de 50 años. La innovación y el desarrollo de nuevas formas de crear valor es un tema pendiente en América Latina.
La explicación está en parte en los recursos. Ningún país de la región supera los US$ 10 per cápita en inversión en investigación y desarrollo al año, mientras que Corea, Irlanda o Australia superan los US$ 200, según un estudio de la brasileña Fundação Dom Cabral. Y de esos US$ 10 pocos se transforman en aplicaciones útiles y novedosas para las empresas. El tema preocupa. Tanto que Brasil, México, Colombia y Chile han adoptado políticas definidas para fomentar la innovación en las economías. Pero según un estudio de IBM Business Consulting, la principal barrera a la innovación está en las empresas.
Son escasas las organizaciones latinoamericanas que tienen presupuestos o incentivos definidos para la innovación. También son pocas las que promueven el trabajo de equipos multidisciplinarios para buscar soluciones creativas a distintos problemas. Menos son aquellas abiertas a la colaboración externa con proveedores, clientes, consultores o con los departamentos de investigación de las universidades. Diversos estudios han determinado que si bien la innovación preocupa a los empresarios de la región, sólo un puñado hace algo concreto para fomentarla en sus organizaciones.
No son las únicas trabas. Las pequeñas empresas, la fuente principal de innovación, apenas tienen acceso a financiamiento para sus negocios tradicionales, menos aún para innovar en productos o nuevos modelos de negocios. Además la mayoría está muy atrasada en el uso de tecnologías de información.
La burocracia estatal, la rigidez laboral y la poca protección de los derechos de propiedad intelectual tampoco ayudan a una región en la que el número de patentes al año está más cerca de África que de Asia. Pero hay excepciones.
El clúster tecnológico de Córdoba, en Argentina, el centro de servicios en torno a la industria del salmón en el sur de Chile, Cietec ???el laboratorio de ideas en la Universidad de São Paulo??? y el centro de diseño de semiconductores en Guadalajara, uno de los principales del mundo, son ejemplos. La industria textil colombiana y los art comercial que repletan Palermo en Buenos Aires se suman a la lista. El boom de la industria del cine latinoamericano, y esa mezcla de creatividad con logística industrial que se requiere para llevarla adelante también es un caso positivo. O la industria del etanol brasileño, que tras el difícil esfuerzo conjunto de gobiernos y agentes privados por superar el problema energético de los 70, es hoy un ejemplo global del uso de nuevas formas de energía. El desafío está en extender su ejemplo en una economía que sigue pensando en petróleo, cobre y soja.
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