La Nación. MANAOS .- Brasil decidió apostar a una lógica económica para detener la destrucción de la mayor reserva natural del planeta. “Tenemos que lograr que preservar la selva sea mejor negocio que destruirla”, dice el gobernador Eduardo Braga. Debido a la deforestación, la selva pierde por año el equivalente a 60 ciudades de Buenos Aires
Teníamos montones de peces, montones de frutas. Pescábamos en cualquier época sin preocuparnos por los ciclos naturales de los bichos, y como a mí me gustaba ver el fuego subiendo, incendiaba los árboles, los arbustos, y talábamos sin lástima para dejar limpias las entradas de las casas. Lo que Dios creó, no puede terminarse, pensábamos. Yo era una destructora".
En el corazón de la selva amazónica, a tres horas de barco de Manaos, la capital del Estado de Amazonas, María Margarida Xavier Fernandes recuerda las épocas de abundancia. Y recuerda también cómo cambió todo. "Los peces comenzaron a escasear, los árboles frutales los teníamos cada vez más lejos, comenzó a haber sequías e inundaciones terribles. Cuando supe que era porque había mucha gente haciendo lo mismo que yo, decidí cambiar de actitud", le contó a LA NACION.
Aquellos árboles que María Margarida, de 47 años, incendiaba por gusto, hoy son la fuente de ingresos para su familia. Con las semillas del tento, un árbol amazónico, hacen artesanías valorizadas en las grandes ciudades brasileñas. Con el açaí, una fruta selvática, preparan una pulpa que está de moda entre atletas y gente que hace ejercicio como una fuente de energía, y que ya está siendo exportado a los Estados Unidos.
El poblado de María Margarida, Iranduba, comunidad del Lago do Limao, de 2000 habitantes y al que apenas recientemente llegó el teléfono, quedó contento con la noticia que llegó desde Manaos hace pocos días: el gobernador, Eduardo Braga, lanzó el primer Fondo de Cambios Climáticos del país, que incluye una certificación de los productos como los que María Margarida fabrica.
La certificación, que prueba que esos productos se hicieron protegiendo la selva amazónica y evitan una explotación predatoria, le permitirá a María Margarida y su vecinos conseguir créditos y agregarle valor tanto a las artesanías como al açaí. La comunidad ya está pensando en comprar una máquina para procesar el acaí por su cuenta.
"Yo, que era una persona que no me preocupaba por el medio ambiente, porque teníamos abundancia, ahora cosecho el açaí o las semillas de tento con cariño. Si seguíamos como antes, mi nieto dentro de veinte años no iba a tener nada."
Contener la devastación
El gobernador de Amazonas, Eduardo Braga, dice que la contención de la destrucción de la Amazonia, la mayor selva del mundo con sus 150 millones de hectáreas, sólo va a ocurrir por una lógica económica. "Tenemos que lograr que preservar la selva sea mejor negocio que destruirla. Sólo así vamos a poder contener la devastación", dijo en una charla con periodistas extranjeros el día en que lanzó la ley con la que pretende conquistar la "deforestación 0" en su Estado.
Pero el combate efectivo a la depredación todavía está lejos de ocurrir. En el sur de Amazonas, en el último año, fueron consumidas 9.800 hectáreas, lo mismo que 20.000 estadios Maracaná. Se conoce el lugar como el Arco de la destrucción. El lugar es abandono total, tierra de matadores, ladrones de tierra, madereros. Y las escuelas no funcionan desde comienzo del año por falta de transporte.
Cualquiera que sobrevuele el país ve las quemadas. A la noche, son como ríos de fuego que cortan la Amazonia. Sin embargo, no hay una acción contra el propietario de esas áreas -o el invasor-, que está quemando ilegalmente para dejar tierra arrasada y poder plantar soja o criar ganado. La madera tampoco sale por avión. Circula por rutas y sale por puertos, sin que el poder político o las fuerzas policiales tomen medidas.
Amazonas es 33 % de la selva amazónica brasileña y una parte de la PanAmazonia, que además de incluir otros estados brasileños, como Pará, Acre, Rondonia o Mato Grosso, se expande por Guyana Francesa, Surinam, Guayana, Venezuela, Colombia, Ecuador, Bolivia y Perú. Es Brasil el país que concentra 70 % de la selva, con 5 millones de kilómetros cuadrados. El 15 % de esa selva ya fue eliminado por la depredación. Nada menos que 20 millones de personas viven en el ecosistema amazónico: apenas en Manaos son poco más de dos millones, que conviven en una ciudad con embotellamientos constantes. Y, al mismo tiempo, la Amazonia tiene la mayor diversidad de plantas y peces del mundo, así como el 16 % de toda el agua dulce.
Pero Amazonas puede convertirse en el ejemplo de cómo contener la destrucción que está contribuyendo al cambio climático en el mundo. Trece mil kilómetros cuadrados de selva amazónica desaparecieron entre 2005 y 2006 -lo que es mucho-, pero al mismo tiempo esa deforestación fue la mitad que en años anteriores, lo que puede indicar un avance.
"La población comenzó a entender que la selva en pie es mejor negocio que los árboles derribados", dijo Braga, poniendo como ejemplo las comunidades que están viviendo de la extracción de aceites esenciales para perfumes y cosmética consumidos a buen precio en las ciudades, como, por ejemplo, la andiroba.
"Eso de que la Amazonia es el pulmón del planeta es un mito, como ya probaron los científicos; pero somos por lo menos el aire acondicionado del planeta", bromeó Braga.
El gobierno de Amazonas creó, con la ley lanzada esta semana, un fondo con el que pretende dar un subsidio (Beca-Selva) de 50 reales -25 dólares mensuales- a 8.500 familias que viven en la selva, a cambio de que no corten árboles. Pretende llegar a 60.000 familias en los próximos años.
Lo cierto es que, con semejante selva en su territorio, Brasil es nada menos que el cuatro mayor contaminador del planeta, justamente a causa de la Amazonia. Y el responsable es el humo que sube desde la selva, de los árboles cortados por los madereros ilegales, plantadores de soja y pecuaristas; y también del carbono que es liberado por los árboles cuando son cortados. El 75 % de la contaminación que Brasil le aporta al planeta surge de esa acción devastadora. Brasil lanza entre 200 y 300 milones de toneladas de carbono a la atmósfera por año.
El gobernador amazónico se queja de la falta de apoyo del mundo. "El mundo desarrollado quiere que mantengamos la selva como un santuario, pero no está dispuesto a pagar por ello", dice Braga. "Tenemos que ser remunerados por el esfuerzo de mantener eso preservado para la humanidad".
En la reunión del G-8 de esta semana, en Alemania, el presidente Luiz Inacio Lula da Silva hizo el mismo comentario. "Brasil todavía tiene el 69 % de su selva original. Europa, sólo un 0,03 %. América del Norte tiene veintipico por ciento gracias a Canadá. Quiero saber si los países ricos están dispuestos a financiar a los países pobres que resuelvan ser más responsables que ellos, y no deforesten".
¿A qué se refieren Lula y el gobernador de Amazonas? En la declaración de Kyoto se estableció la creación de un "mercado de carbono". Eso significa que, si una industria en un país desarrollado está contaminando más de los límites establecidos, tiene que "comprar" créditos de carbono en otros lugares. Amazonia no fue autorizada como un vendedor de esos créditos, por ser supuestamente una floresta preservada, y sólo puede vender esos créditos por fuera, para un mercado voluntario.
El cálculo que hacen las autoridades brasileñas es el siguiente: quieren que el mundo desarrollado pague por mantener los 17 millones de hectáreas de las áreas protegidas de la Amazonia. Cada hectárea absorbe 120 toneladas de carbono, y cada tonelada de carbono oscila, en el mercado, entre los 3 y los 22 dólares, según su origen. Ese es el precio que Brasil quiere que se pague por la preservación y como ayuda para generar políticas productivas ecológicas en torno a la selva.
Con un aumento de fiscalización y algunas políticas el gobierno de Amazonas y Brasil en general viene reduciendo la deforestación un 54 % en los últimos dos años. Sin embargo, la destrucción ya fue grande, y continúa.
En diálogo con LA NACION, el coordinador de la campaña Amazonia, de Greenpeace, Paulo Adario, enumeró los enemigos de la selva.
Y contó cómo un "triángulo del mal" es responsable por la destrucción. El terrateniente se apropió de tierras del Estado con documentos falsos; para financiar su plantación, le ofreció a alguna maderera todos los árboles de "su" tierra; con la plata que obtiene por haber destruido todos los árboles, planta soja o cultiva ganado. Y ahí en donde había una selva, ahora no hay más que pasto, o tierra pelada.
Según Adario, el 70 % de la deforestación es producida por criadores de ganado. "Desde los años 70 ya eliminaron 700.000 kilómetros cuadrados de selva, que hoy están ocupados o abandonados porque se volvieron infértiles".
El resto de la devastación es producida por el avance de la soja o por asentamientos de la reforma agraria. "El gobierno viene a hacer reforma agraria a la selva. Para solucionar un problema en el sur de Brasil, crea otro en la Amazonia", criticó Adario. Las madereras son el otro factor de destrucción: según el representante de Greenpeace, entre el 60 y el 80 % de la madera que sale de la Amazonia es ilegal.
Violencia y destrucción
La violencia es el componente clave en la deforestación de la Amazonia. Adario, de Greenpeace, ya fue amenazado de muerte varias veces. La camioneta de la organización en la que circuló este corresponsal estaba blindada, y aun así con un vidrio quebrado por un tronco que fue arrojado por un terrateniente que se opone a las políticas conservacionistas en la región.
"Uno estima que los pistoleros van a calcular que no es negocio matar a un dirigente ecologista. Pero eso no siempre ocurre. Chico Mendes -dirigente asesinado en 1988- fue muerto por un estanciero local que pensó que le hacía un favor a un frigorífico que se quería instalar en la zona". El año pasado, la monja norteamericana Dorothy Stang, que hacía un trabajo social en la selva, fue asesinada por otros estancieros. Son los primeros que están presos después de una lista de cientos de asesinatos en el contexto de la lucha por la tierra.
Esta semana fue descubierta una banda en el Estado de Pará que ofrecía sus servicios para matar gente en la selva: por entre 300 y 1000 dólares eliminaban a quien estuviera siendo un problema para la conquista ilegal de tierra.
"Los destructores de la selva llegan ´militarmente , con pistoleros armados. Como son regiones remotas, hacen su ley. Ocupan un área e inmediatamente compran documentos falsos, autenticados en el municipio local con mecanismos de corrupción muy simples", explicó Adario.
Quedarse con tierras del Estado en portugués se dice "grillar". El origen de la palabra es curioso: como había que hacer parecer que el documento era antiguo, se lo guardaba con algunos grillos, que comían el papel y hacían sus necesidades encima del documento. En poco tiempo, el título de propiedad parecía antiguo.
Los pistoleros son necesarios porque otros también van a disputar la tierra, además de los indios que ya viven en el lugar, campesinos que pueden estar instalados allí hace años, dirigentes de la lucha por la tierra, plantadores de soja avanzando, garimpeiros -que explotan ilegalmente minas de oro o plata- y ecologistas. "Amazonia es una tierra en disputa", dice Adario, que hasta hace poco usaba un chaleco de balas y tenía protección policial las 24 horas.
Interés internacional
La "internacionalización" de la Amazonia es un tema que irrita a las autoridades. "Obviamente que soy absolutamente contrario a la internacionalización de la Amazonia. Este es un lugar codiciado por el mundo, y ésa debe ser la razón por la que surgen esas ideas", le dijo a LA NACION el gobernador Braga.
"La Amazonia es nuestra, y nosotros, soberanamente, tenemos que decidir cómo cuidar de la selva", expresó Lula, molesto, esta semana en Europa, cuando se le consultó si el incentivo a la plantación de caña de azúcar -para fabricar etanol- no puede extender su cultivo por la Amazonia generando devastación.
Adario, de Greenpeace, organización que a veces es acusada de fomentar esas ideas de una administración conjunta, también se manifiesta contrario a la idea de una internacionalización. Pero provoca: "La Amazonia ya está internacionalizada: la soja es producida por Cargill, Bunge, ADM y Dreyfuss, todas extranjeras. El agua que sale de la canilla es de una concesión francesa; la electricidad es de una concesión norteamericana; la madera compensada de un empresario sueco…".
Greenpeace apoyó el lanzamiento de la ley en Amazonas. Según Adario, si las propuestas de la ley funcionan, serán un ejemplo para el resto de las regiones amazónicas. "Es la primera vez que un Estado adopta una ´política de cambios climáticos , que ni el gobierno nacional tiene", comentó.
Por otro lado, la certificación de "productos y servicios ambientales", dijo el dirigente, es una forma de introducir la idea de que el mercado también puede ser una salvación para la selva. "Si se logra hacer un negocio de productos y servicios que protegen la selva, es una forma de hacerle frente a otros negocios que la destruyen, como la demanda mundial de soja, minerales, carne, etcétera. El factor económico puede ser un aliado, ya que lamentablemente no podemos esperar que la protección de los recursos naturales ocurran simplemente porque el mundo tomó conciencia de que hay que hacerlo".
Adario recuerda una frase de un asesor de propaganda del ex presidente Bill Clinton. "El hombre decía ´ it is the economy, stupid . Ahora quizás el mundo comience a darse cuenta, con el cambio climático, que la frase puede ser otra: " It is the ecology, stupid ".
Por Luis Esnal
Los dueños de la tierra
Se estima que el 33 % es reserva indígena o áreas protegidas (reservas, parques nacionales, etcétera); otros 37 % son tierras públicas sin protección; el 6 % son asentamientos de campesinos, hechos por la reforma agraria, y 24 % son áreas privadas.
Entre lo que es área privada, una Comisión Parlamentaria de Investigación realizada en el 2001 determinó que el 10 % del total eran tierras sorrapeadas al Estado. Muchos de los títulos de propiedad fueron cancelados pero otros continúan siendo disputados en la Justicia.
En el 37 % de la Amazonia que es del Estado es donde, según Adario, "ocurre el combate. Todo el mundo quiere un pedazo de eso".
Lo trágico es que cuando el gobierno propone conquistar la "deforestación 0", se está refiriendo a los parques nacionales y las áreas protegidas. Es decir, lo que obviamente no debería estar sufriendo la deforestación. En el resto, la devastación continúa sin control, o con el poco control que permite una dotación de fiscales que lo dice todo: en promedio, cada agente cubre una superficie de selva del tamaño de Suiza, según Greenpeace.
En las áreas privadas, se permite una utilización del 20% y una preservación del 80 %. Ese índice no es respetado por casi nadie, ya que no existe un mapeo de las unidades rurales diseminadas por la Amazonia.
En apenas un año, el año pasado, Brasil perdió -según las mediciones de satélite- 13.000 kilómetros cuadrados de selva, lo que representa 60 ciudades de Buenos Aires juntas.
El propio "éxito" de Brasil en algunos sectores de commodities, alimentos y materias primas conspira contra el intento de preservación. Actualmente, Brasil es el mayor productor y exportador de carne del mundo, el segundo mayor productor de soja (y pasará a Estados Unidos pronto) y el mayor productor de madera, con 24 millones de metros cúbicos en el 2006. El consumo de la selva está embutido en el precio.