Capital. Más viajero, gozador, tecnológico y motorizado. Así es el nuevo habitante promedio, según lo revela la más potente encuesta de hábitos de consumo que se hace en el país y que abarcó a más de 10.000 personas. Nos referimos al estudio que cada diez años realiza el INE para redefinir la canasta del IPC. Capital accedió al informe y lo desmenuzó con expertos, publicistas y altos ejecutivos del retail. Por Sandra Burgos y Cristián Rivas.

 

No sólo de pan viven los chilenos… aunque sigamos siendo uno de los principales países consumidores de ese producto. Sí, porque estamos más sofisticados, porque hemos incorporado mayor confort a nuestras vidas e ingresado de lleno al mundo de la tecnología, donde aparatos como el iPod, los celulares y las cámaras digitales, pasan a ser elementos fundamentales no sólo para sobrevivir, sino también para llevar un buen vivir en la jungla moderna.

En diez años, nuestros ingresos promedio han subido en todos los estratos económicos, lo cual ha impulsado un cambio elocuente en el comportamiento de consumo que ha obligado a muchas empresas a reformular su aproximación a los clientes, para adaptarse a este ritmo donde, además de la mayor sofisticación de algunos segmentos, se da una incorporación al mundo del consumo de nuevos grupos, para los cuales los bienes que hace 10 años eran “suntuarios” hoy pasan a ser gastos fijos.

Estas son algunas de las conclusiones que contiene la VI Encuesta de Presupuestos Familiares (EPF) que cada 10 años elabora el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) y a la cual tuvo acceso Capital. Dicho estudio, el más profundo que se realiza en el país, mide con precisión quirúrgica los cambios en los hábitos de consumo de los chilenos, aportando cifras que no sólo se convierten en la base para la canasta del IPC, sino en una fuente de información valiosísima para las empresas.

Si bien su fin es estadístico, esta medición es una de las más esperadas, ya que arroja datos cruciales sobre cómo han evolucionado nuestros hábitos de consumo en una década. La última medición fue la de 1997, dando forma a la canasta del IPC que será sustituida en diciembre. La nueva encuesta ya fue aplicada y sus resultados serán procesados en los próximos meses por distintas autoridades, a fin de definir la nueva canasta de productos –y sus ponderaciones– que se usará para medir la inflación.

Si bien el estudio está aún en ejecución, el trabajo de campo está listo y sus resultados son sorprendentes. Y si no lo cree, le contamos que, por primera vez en la historia de este instrumento, la alimentación dejó de ser el ítem más importante en las pautas de consumo de los hogares, para dar paso al transporte y las comunicaciones. El abanico de productos no sólo es más heterogéneo, sino que también los bienes clásicos pierden peso relativo. Así, por ejemplo, la última medición reveló una ostensible baja de productos como el pan y la entrada en escena de servicios y bienes cada vez más masivos como Internet, el gimnasio y los reproductores de audio digital.

Más allá del comportamiento de cada producto en particular, los expertos concuerdan en que esta encuesta deja en evidencia que estamos adquiriendo por primera vez una conducta muy parecida a la de un país desarrollado, porque estamos dejando de ser conservadores y básicos en nuestros gastos; porque nos importa estar conectados con el mundo y porque nos hemos vuelto más informados y exigentes.

Cifras en mano, acudimos al Círculo de Marketing de Icare para analizarlas con Alberto Sobredo, Fernando del Solar, Abel Bouchon, Frederic Chaveyriat y Agustín Solari, quienes coincidieron en que en el mundo de las empresas ya se están percibiendo estos cambios y esbozaron las estrategias para hacerse cargo del fenómeno.

 

Con traje de país desarrollado

Desde 1956 el Instituto Nacional de Estadísticas viene haciendo encuestas para medir los hábitos de consumo, lapso que permite constatar que, si bien hay diferencias abismales en el tipo de bienes y servicios, muchas necesidades siguen siendo de similar naturaleza. En efecto. Si a mediados del siglo pasado las necesidades de desplazamiento se satisfacían haciendo viajes en tranvía (que en ese entonces tenía la mayor ponderación del gasto), en la última medición es el automóvil uno de los productos con mayor participación en el gasto.

Pero no hagamos el ejercicio fácil de retroceder cinco décadas para obtener datos sorprendentes. El efecto también se puede lograr mirando las tres últimas encuestas del INE (en 1987, 1997 y 2007). En ellas, por ejemplo, se ve un quiebre histórico del esquema del gasto, que lleva a esta sociedad a contar con un perfil muy similar al de un país desarrollado.

Las cifras son evidentes. El INE explica que en la década 1978-1987 el gasto en Alimentación era notoriamente el más importante en las pautas de consumo de los hogares del Gran Santiago (32,9%), llegando a representar junto a Transporte y Vivienda el 65,3% del gasto total. Los otros servicios básicos, como Salud y Educación, representaban bajas ponderaciones, situación concordante con el perfil de gasto de un país en vías de desarrollo incipiente.

La encuesta de 1996-1997 ya comenzó a mostrar una caída drástica de 6,6 puntos en la participación de la Alimentación, a lo que se sumaron bajas menores en Vivienda (-1,5) y Transporte y Comunicaciones (-1,3). También en esa medición ya se observaban aumentos en Salud (1,5), Educación (2,1), Vestuario (0,6) y Recreación (1,5). Algo concordante con que “esa fue una década de crecimiento económico acelerado, sobre el 7% anual”, según señala Jorge Carvajal, economista del INE.

 

Fernando del Solar

Sin embargo, los cambios radicales que permiten concluir que hemos dado un salto cualitativo se consolidaron de manera categórica con la última encuesta, 2006-2007, en que el gasto de las familias en Transporte y Comunicaciones registra el mayor crecimiento proporcional entre todos los grupos (6,6%), acercándose a las pautas de países desarrollados. De hecho, ese rubro pasa a ocupar el primer lugar del gasto, superando a Alimentos y Bebidas, que ocuparon la primera ubicación en todas las encuestas anteriores.

Pero la nueva cara del consumidor chileno no se reduce a ese cambio. También se observa un aumento relevante en Otros Bienes y Servicios (4,2%), grupo que contiene la mayor parte de los productos de última tecnología.

Como explica Fernando del Solar, presidente ejecutivo de Nestlé: “no es que en estos últimos años hayamos dejado de comer. El asunto es que nuestros ingresos han crecido, lo que nos permite consumir otro tipo de productos. Eso sí, hay que estar atentos a lo que sucederá este año, porque el alza en el precio de los alimentos podría cambiar fuertemente el nivel de consumo y elevar su ponderación respecto a la canasta”.

El director de empresas Alberto Sobredo, ex CEO de Unilever para América latina, comenta que estos cambios se explican por el acelerado incremento del gasto en las dos últimas décadas, lo cual refleja el crecimiento económico del país, el aumento en los ingresos reales, la disminución de los niveles de pobreza y la incorporación de las mujeres y los jóvenes a la fuerza aboral. “En el ‘90 la pobreza era 38,6%; en 1997 staba en el 22% y en 2006 llegó a 13,7%. Aquí se nota un incremento en los ingresos o sólo de la clase más rica, sino también segmentos como el E y el D subieron sus niveles. Aquí se palpa una aspiracionalidad de ese grupo, que se expresa en otros consumos, porque hoy el retail ha permitido que la ropa se democratice”, sostiene.

Del Solar agrega que ello demuestra que el aumento de los ingresos está más allá de la inflación. “El gran driver de desarrollo en los últimos años fue el crecimiento de los grupos D y E, que casi todos habíamos abandonado o no estaban en nuestro foco. Ahora te encuentras que esa gente es más culta de lo que crees y por lo tanto hay que trabajar con ellos, porque el aumento del consumo en el mundo hoy está dado por arriba y por abajo… Es impresionante la capacidad de negocios que se da ahí”.

 

 

 

Lo que era suntuario ya no lo es

 

Abel Bouchon

 

Las cifras revelan que poco a poco más chilenos están comenzando a tener comportamientos más cercanos a un país desarrollado, destinando más presupuesto a bienes que antes eran suntuarios… Eso, a todo nivel. Porque así como los segmentos altos compran vehículos de mayor lujo (el año pasado se vendieron 159 Porsche y los autos con precios superiores a $15 millones fueron el 8% de las ventas de 2007), las clases media y emergentes están accediendo en forma más fácil a modelos aspiracionales, gracias al crédito.

Abel Bouchon, gerente comercial de pasajeros de Lan, explica que la mayor incidencia del transporte en nuestro consumo se explica por tres factores. El primero es la gran variedad de autos, que genera una mayor segmentación que permite llegar a los niveles más bajos con autos más baratos. Lo segundo es el incremento vial, ya que a su juicio hoy el auto sirve para muchas cosas más, de modo que el consumidor tiene un beneficio oculto en el incremento de las carreteras e infraestructuras que es inmenso. Y en tercer lugar hay “otra cosa que hace crecer el peso de este indicador y es el aumento de los costos, incidido por el valor del combustible. El año 1997 el barril de WTI estaba a 17 dólares, el año 2007 tuvo un récord de 102 dólares y ahora llegó a los 118 dólares. Entonces, independiente de que casi todos los vehículos están siendo más eficientes desde el punto de vista del consumo, igual el cliente debe pagar un costo más alto… y eso también está incidiendo en el índice”.

 

Pendrive, Internet, celulares…

 

Son productos que hace 10 años o no existían o estaban muy vinculados a un exclusivo segmento de la sociedad. Hoy ya no es así. Los chilenos estamos gozando de los avances tecnológicos como nunca antes. Los tratados de libre comercio, la caída del dólar, los mayores ingresos y el desarrollo del retail nos llevan a poner los ojos en este tipo de productos, que se están comiendo un trozo cada día más grande de nuestra torta de ingresos.

Hoy son muchas las familias que tienen una cámara digital, que pueden acceder gracias al crédito a computadores más baratos y con más prestaciones. Esto ha generado un efecto dominó, ya que si hay computadores lo lógico es que exista más Internet y ojalá cada vez más ancho de banda, que a su vez transforman al computador en un sustituto del cine o del video club.

Esto no es menor a la luz de lo que pasa en Estados Unidos. Según cifras del mes pasado, un americano consume más horas de Internet que de televisión.

 

Patricio Polizzi, profesor de la Escuela de Negocio de la Universidad Adolfo Ibáñez y director de consultoría de Visión Humana, señala que por los diversos estudios que ha realizado para empresas de comunicaciones y tecnología, se ha dado cuenta de que a todo nivel socioeconómico este tipo de productos y servicios se está instalando crecientemente como una necesidad cuasibásica, por todas las significaciones sociales que está adquiriendo. “Piense usted que para una mamá de nivel socioeconómico medio-bajo, Internet ya no es Internet, sino la posibilidad de que los hijos tengan mejores armas para educarse”.

Dada esta plasticidad funcional que hoy ofrecen la tecnología y la comunicación y esta capacidad de satisfacer las necesidades vinculadas con el mundo externo del hogar, es que esos bienes y servicios están progresivamente cubriendo múltiples espacios vitales de las personas, lo que se traduce en una sensación de que son imprescindibles. “Esta situación debería acrecentarse aún más, dada la incorporación de nuevos segmentos al acceso a estos productos y el desarrollo innovativo de la oferta, que aún no se detiene”, agrega Polizzi.

Frederic Chaveyriat, Chief Operating Officer de VTR GlobalCom, manifi esta que el significativo aumento en los productos de última tecnología era previsible: “su ponderación debería crecer más rápidamente que cualquier otro grupo en los años por venir porque, aunque los precios bajen, nuevos aparatos aparecerán”.

La acelerada adaptación y la importancia que estamos dando a las nuevas tecnologías en el consumo, abre la pregunta de si estas mediciones se deben hacer cada diez años o con mayor frecuencia. Abel Bouchon señala que las tendencias van mucho más adelantadas de lo que estamos midiendo: “esto es como manejar la economía con retrovisor”, sentencia. Chaveyriat coincide con Bouchon: “si esta estructura de consumo se acerca a la de países desarrollados, la medición no puede ser cada 10 años, sino anual”.

Más salidores y hedonistas

 

Si bien los asados de fin de semana y reuniones de amigos en la casa forman parte de la idiosincrasia del chileno, la encuesta demuestra que en estos 10 años hemos cambiado y estamos comenzando disfrutar más puertas afuera.

Agustín Solari, gerente general Retail S.A.C.I. Falabella, manifiesta que en el futuro habría que poner énfasis a la evolución de esta categoría, especialmente en ítems como gimnasios: “existe de manera transversal una creciente preocupación por la estética personal, no sólo por salud sino que también por el trabajo”.

Otro indicador de este cambio es la importancia que asignamos a otros bienes y servicios, como los viajes. Abel Bouchon explica que en Chile hay 45 viajes cada 100 habitantes, lo que es un récord en América latina y que se compara satisfactoriamente con países desarrollados. “En el transporte 60%, básicamente en todos los segmentos; especialmente, en el turismo”.

En términos simples, el economista del INE Carlos Saavedra explica que una vez que las personas aumentan sus ingresos y satisfacen de mejor forma sus necesidades básicas –o sea, casi todos los productos del grupo alimentos– comienzan a dedicar más recursos a otros bienes y servicios. Esto último es notorio, porque si en 1997 los alimentos explicaban el 26,8% del gasto, diez años más tarde su participación bajó más de cinco puntos.

Alberto Sobredo señala que gran parte de la baja de los alimentos y del vestuario es reflejo de una deflación de años y de una caída de los precios de la ropa, producto de las importaciones asiáticas. “En el caso de Chile tuvimos un efecto adicional: la presión del retail para empujar los precios hacia abajo, por temas de negociación y también por las marcas blancas”.

 

Alberto Sobredo

Fernando del Solar advierte que, producto de la coyuntura, este año y los próximos puede haber un cambio en la ponderación de los alimentos, que gozaron de precios menores en la última década, o bien una sustitución de unos por otros. “Lo que está viendo la industria a nivel mundial es que el efecto de la debilidad del dólar ha hecho que haya un cierto grado de especulación de fondos de inversión que han comprado futuros de alimentos. Esto ha provocado las alzas”.

La situación del vestuario es distinta. Si bien en la encuesta se refleja una caída internacional, donde hay menos sustitutos, a medida que sube el ingreso sube el indicador de viajes. En estos últimos 10 años este ítem ha crecido alrededor de 50% y en su ponderación, se mantiene la tendencia de precios bajos. Agustín Solari señala que es refl ejo de la famosa apertura del país al mundo y que ha hecho que los consumidores chilenos se hayan benefi ciado.

Patricio Polizzi señala que al ver la encuesta en el tiempo y al intentar identificar un factor estructural que explique los cambios en los patrones de consumo en las categorías evaluadas, se hace evidente un fenómeno de base: la mayor concentración del gasto en productos que se conectan con satisfacer las demandas extra-hogareñas por sobre las intra-hogareñas.

“Es bastante evidente que los productos vinculados con la integración y efectividad con el mundo exterior de los hogares crecen proporcionalmente más que aquellos vinculados con satisfacer demandas más hacia el interior de los hogares (alimentos y bebidas, vestuario, vivienda)”, señala.

Sí, los chilenos estamos cambiado. Las características del nuevo consumidor son su creciente sofisticación, diversificación e interconexión. Y vaya preparándose, porque la revolución está en pleno desarrollo. A juicio de los expertos, llegará un momento en que la tecnología y las comunicaciones serán como la luz o el agua, si es que ya no lo son para algunos. Cada vez son más las personas que dicen sentirse desnudas sin su celular… Así es el nuevo consumidor chileno y si no nos cree, mírese al espejo.

 

 

EL PULSO DEL APETITO CONSUMISTA

 

 

Los autos la rompen

 

Si de cambios se trata, el gasto de las familias en transporte privado fue el que tuvo giros más significativos entre una década y otra. Por lejos, el producto que infló el consumo en el área transportes y comunicaciones fue el de los automóviles, porque pasó a tener una incidencia de 8,11% por sí solo en el gasto de los hogares. Esta es la cifra más alta de todo el espectro de productos que se declaran en la encuesta del INE.

Al hacer un análisis en cifras, se observa que el gasto declarado en 1997 para automóviles, actualizado por IPC, alcanzaba los $18.061, mientras que en la encuesta de 2007 subía considerablemente a $63.680.

Las motos son otro subsector que crece rápido, ya que el gasto en ellas se incrementó 7 veces en diez años. Como consecuencia de este crecimiento automotor, otro ítem que también muestra alza es la bencina, cuyo gasto se elevó 1,4 veces respecto a 1997, debido al doble efecto del alza en los precios y el mayor consumo.

Por su parte, en el área de las comunicaciones se aprecia el mayor acceso de la población a la telefonía celular, cuyo gasto se incrementó en 4,9 veces en diez años. Lo curioso es la aparición de Internet por primera vez en la medición.

 

 

 

El arriendo pasa a la historia

 

El área de vivienda ocupa el tercer lugar en importancia dentro del gasto total de los hogares chilenos. Pero aunque se ha mantenido en las últimas décadas en este lugar, también acusó cambios en la última medición del INE. De partida, su incidencia en el total del consumo bajó 0,8 puntos entre una década y otra, lo que estuvo muy asociado a la menor incidencia que registró uno de sus principales componentes, el arriendo de viviendas.

El ítem de arriendo significaba el 4,23% del gasto total en 1997, mientras que una década más tarde bajaba a 3,62%. Esto se explica por el mayor acceso a la vivienda, particularmente por las mejores condiciones del crédito. Reflejo de esto mismo, el ítem de contribuciones de bienes raíces se elevó fuertemente en 1,7 veces en la década.

Pese a la caída global que registró el área de vivienda, detrás se esconde un aumento de la importancia de varios servicios básicos, como agua potable, electricidad y gas de cañería; principalmente, por aumento de precios. El gasto en gas de cañería se elevó en 2,1 veces entre una medición y otra, con un gasto que en 2007 alcanzó los $6.078. El agua potable, en tanto, se elevó 1,2 veces, con un gasto de $10.919 a 2007. Claro que la electricidad fue la que elevó con más fuerza su ponderación en el gasto total, pues pasó a 2,22% del total, por encima de agua potable (1,39%) y gas de cañería (0,77%).

 

 

 

 

Alimentos en picada

 

La última medición del INE es categórica. Los chilenos han disminuido drásticamente el gasto en alimentación, pues en dos décadas se observa una caída de 11,8%. Pero ojo. Eso no significa que se esté comiendo menos.

Al hacer un análisis más detallado de los principales productos que componen esta categoría tenemos que la carne y el pan, que hasta los 90 tenían las participaciones más relevantes, bajaron considerablemente su presencia porcentual, al igual que varios otros alimentos como el arroz y las pastas. Lo novedoso es que no sólo se observa una menor participación, sino que también al actualizar el gasto en dinero por el IPC de los últimos diez años se observa que el gasto en muchos de estos artículos también ha disminuido.

En la carne de vacuno es donde se nota más el cambio. Las cifras actualizadas indican que mientras en 1997 el gasto en este ítem era de $15.306, diez años más tarde el monto gastado fue de $12.382 (fruto de las importaciones de carne que bajaron su valor).

Dentro de los alimentos, el gasto en Comidas en Restaurantes tiene una elevada ponderación en ambos periodos.

 

 

 

El ascenso de otros bienes y servicios

 

El área de los productos que no tienen relación entre sí ni se pueden incorporar a los otros sectores fue la cuarta en incidencia entro del total de gasto de los hogares. Aquí se incluye literalmente de todo, aunque es claro que en esta oportunidad todos los artículos referentes a nuevas tecnologías cobran más fuerza. Pero es difícil medir su evolución, porque muchos de éstos no estaban en el mercado hace diez años.

El que sí estaba era el computador personal, donde las cifras muestran que el gasto se elevó en 3,8 veces en la década. Es decir, mientras en 1997 explicaba el 0,29% del gasto total, hoy representa el 1,10%, con un gasto de $8.649. Donde no había datos es en el acceso a Internet, pendrive y MP3, que en su conjunto ahora explican el 0,21% del gasto.

Es importante hacer notar que aunque no se tengan cifras históricas, porque se trata de productos que han ingresado al consumo masivo en la última década, sus precios han evolucionado rápidamente a la baja, como consecuencia de la mayor oferta a partir de los tratados de libre comercio.

El ítem otros bienes y servicios también incluye otras áreas como el gasto en hoteles, en que los montos involucrados se duplican en diez años.

 

 

 

 

Lo que pasó en otros sectores

 

 


Muebles y cuidados de la casa

 

En esta área se observa una ligera disminución de 1% en la ponderación con respecto a 2007. En la última medición, el grupo registró una participación total de 8,4%. Los elementos que mejoran la calidad de vida de los hogares, tales como lavadoras, secadoras de ropa y lavavajillas, mantienen prácticamente la misma ponderación, pero en el INE explican que es probable que sea fruto de una mezcla de efectos que se compensan, debido a que por un lado existe una disminución de precios y, por
otro, la masificación en el acceso a estos electrodomésticos.

 

 

Enseñanza

 

Este sector incrementó su participación en un punto en la última década y explicó el 6,9% del gasto total. Las cifras evidencian un aumento significativo en el ámbito de matriculas en general y de mensualidades en educación superior, que casi duplican los porcentajes de 1997. Esto se debe al acceso de sectores de menores ingresos a la educación. Ambos ítems explican
el 3,7% del gasto total de los hogares.

 

 

Salud

 

Subió su ponderación en medio punto y se situó en 6% del gasto total. Este incremento está muy asociado al consumo de medicamentos, donde se constata la existencia de un fuerte incremento en precios (aproximadamente 65%, según IPC) y un mayor consumo debido al envejecimiento de la población, también típico de un país con más desarrollo. En tanto, la ponderación de consultas médicas disminuye, lo que refleja potenciales efectos de los planes gubernamentales de cobertura en salud.

 

 

Vestuario y calzado

 

Este sector disminuyó 3 puntos en la ponderación total respecto a 2007, al ubicarse en 5,4% del total del gasto. Al igual que en los alimentos, esto no indica que la población esté consumiendo menos, sino que se ha evidenciado una baja sostenida de los precios relativos de estos productos, debido al incremento de las importaciones; principalmente, por los tratados de libre comercio y la disminución del precio del dólar y, a la vez, por el acceso al consumo de ropa de segunda mano. Al mirar las cifras se tiene que el ítem vestuario disminuyó su participación en el total de gasto desde 5,54% a 3,34%.

 

 

Recreación

 

Sigue siendo el área con menor dedicación de recursos e incluso disminuyó aún más su participación, al ubicarse en el 4,2% del total del gasto. Esto evidencia una baja en la asistencia de los hogares a actividades de entretención y esparcimiento fuera del hogar, como cines, discotecas, conciertos y teatro, y también a una disminución en la compra de DVD y CD como consecuencia de la piratería. Por otra parte, aumentó fuertemente el gasto en televisores y aparecen nuevos productos como los reproductores de DVD y las cámaras fotográficas digitales. Es importante destacar el crecimiento del gasto en alimentos para mascotas, que creció 1,6 veces.

 

 

 

 

 

“Cambios que llegaron para quedarse”

Por Enrique Ostalé,
gerente general de D&S


Los cambios en los patrones de consumo que se observan actualmente en Chile nos muestran un país muy distinto de aquel de la década pasada, cuando las cadenas de supermercados comenzaban su expansión para abastecer a una creciente masa de consumidores.

A medida que el ingreso per cápita crecía se comenzaban a manifestar los signos de un patrón de consumo más cercano al de economías desarrolladas, donde el gasto en alimentación ha ido perdiendo peso en el total del gasto familiar –y no es que su consumo disminuya–, dando paso a otros gastos que se han tornado indispensables en la vida moderna, aun para los grupos socio-económicos de menores ingresos. No resulta extraño comprobar en la nueva canasta que regirá el IPC en los próximos 10 años la relevancia que ha adquirido el gasto en servicios de telecomunicaciones y transporte. Los chilenos de todos los estratos gastan ahora una parte significativa de sus ingresos en telefonía móvil, Internet y movilización, tanto o más que en alimentación.

En plena consistencia con este fenómeno de un consumo que ha crecido y se ha diversificado, los retailers también han crecido en estos años y han ampliado su oferta para atender estas necesidades, que ahora se pueden considerar básicas, derivadas del desarrollo vertiginoso de la tecnología. El aporte de las cadenas de distribución de estos productos ha sido un factor clave para explicar la situación actual. Ninguna economía que haya alcanzado niveles de desarrollo como los que hemos conocido en Chile en esta década lo ha hecho sin la existencia de cadenas logísticas altamente eficientes, que son capaces de dar acceso al consumo de dichos productos a vastos sectores de la población, llevando los costos de abastecimiento a niveles impensadamente bajos.

No sin razón hay quienes sostienen que la operación de estas efi cientes cadenas de distribución de alimentos y productos del hogar –destacando entre ellas las supermercadistas–, es parte esencial del crecimiento económico. Dicho de otra forma, son parte de la solución del crecimiento y del desarrollo, no parte del problema.

Con todo, en el último tiempo la escasez relativa de algunos alimentos básicos ha puesto una señal de alerta. La tendencia a seguir disminuyendo el peso de la alimentación en el presupuesto de las familias podría verse frenada si, como está ocurriendo, productos de consumo básico suben de precio; ya no por razones estacionales, sino como resultado de una escasez mundial. En este contexto, el rol de las cadenas de distribución y su capacidad de ser aun más eficientes se torna crítico. Las ineficiencias en el abastecimiento finalmente las termina pagando un consumidor ya impactado por el alza de los precios de alimentos que no puede dejar de tener en su casa. Nunca fueron más necesarias las sinergias de estas cadenas, para afrontar tiempos que serán exigentes.

 

 

 

 

Apostar por el Chile del mañana

 

Por Oliver Flögel,
gerente general de Movistar


 

 

Los resultados que muestra la Encuesta de Presupuestos Familiares reflejan que Chile es un país cada vez más desarrollado. Aunque nos falta bastante para igualar a las economías más avanzadas, no son menores las señales que dan las familias chilenas al mostrar cambios en sus pautas de consumo.

Lo que esta última medición muestra es el reflejo de lo que se pudo prever en la medición de hace 10 años. A medida que los ciudadanos aumentan sus ingresos, su capacidad para destinar recursos a otros ítems aumenta. Lo interesante es que en Chile tomamos decisiones sumamente asertivas a la hora de distribuir nuestros gastos. Destinar parte importante del presupuesto familiar a telecomunicaciones nos habla de chilenos que ven como una inversión y no un gasto la necesidad de estar comunicados.

Así como en el pasado la educación ejercía un peso determinante en el gasto, hoy las comunicaciones juegan un rol similar. Ello, porque no sólo permiten el desarrollo país, sino porque en el siglo XXI permiten a las familias democratizar el acceso a la información y, por ende, a la educación, entretenimiento, en fin… a una mejor calidad de vida.

El aumento en el gasto en este ítem, y en particular en telefonía celular y banda ancha, nos habla de ello. La masificación de la industria móvil, impensada hace 10 años, nos explica el nivel de importancia que en Chile le damos a la necesidad de estar comunicados. En este país el nivel de penetración de la telefonía celular es comparable e incluso superior al de otras naciones desarrolladas. Ello significa que las familias quieren estar comunicadas, aumentar su seguridad y acceder a tecnologías que antes parecían sólo para unos pocos. Las empresas del sector también han jugado un rol clave en generar este acceso para todos, gracias a mejores efi ciencias, inversión y políticas corporativas.

Pero más que hablar de lo que revela la actual Encuesta de Presupuestos Familiares, lo interesante es analizar qué señales nos entrega respecto al futuro. Los niveles de sofisticación alcanzados por los chilenos en el acceso a las tecnologías nos obligan como país a pensar en los chilenos de 10 años más. Chile está en un momento crucial para determinar las políticas que permitirán que cada vez más las telecomunicaciones sean el eje del mejoramiento en la calidad de vida de las personas.

Si en estos 10 años el acento estuvo puesto en el acceso, es decir, que todos pudieran acceder a la telefonía, en el futuro el eje debe ser propiciar políticas que permitan a las empresas masificar productos que son más sofisticados y que hoy aún son asequibles sólo para unos pocos, como es el caso de la banda ancha.

Las telecomunicaciones del futuro apuestan por la convergencia y el uso personal de las tecnologías. Al menos, las empresas del sector así lo vemos. La 3G y la banda ancha móvil es lo que viene y son los ejes en que estamos centrados todos. Sin embargo, necesitamos las señales de las autoridades que nos permitan seguir firmes en lograr que estas tecnologías también lleguen a todos.

 

 

 

 

El crédito, el gran factor del cambio

 

Por Mario Lübbert,
presidente de Young & Rubicam Chile y director
de la carrera de Publicidad de la UDD.


 

 

Cuando se habla de los cambios de hábitos del consumidor chileno se comete un sutil error. Si se remonta a la década del 60-70, este era un país muy pobre, cerrado al mundo, el contrabando surtía a algunos privilegiados de colonias, jeans, medias, etc. La oferta era muy escasa, sólo de cosas básicas, alimentos, vestuario, transporte.

Ya al final de los 70 esta oferta crece con la apertura comercial, llega al país lo que veíamos a través del cine. Las vitrinas de electrodomésticos se llenan de ojos asombrados, los autos se venden por sus pisos alfombrados, se puede abrir la tapita de la bencina desde un comando interior. El país entero gozaba como niño ante tanta oferta, tras décadas esperando que estos juguetes llegaran a nuestras manos.

Si a todo este fenómeno se le suman tres cosas: el nacimiento de las grandes tiendas, el crédito y el mayor poder adquisitivo, era evidente predecir cambios. Cambios que no nacen del consumidor, sino más bien de la oferta. El consumidor se deja querer. Ante sus ojos y su bolsillo, tiene la posibilidad de optar.

Creo que todos estos cambios de opción del consumidor no podrían haber ocurrido sin el crédito. Las grandes tiendas, a pesar de las muchas críticas recibidas por sus tasas, son las que permiten que hoy los chilenos se vean en un gran porcentaje con una calidad de vida más pareja: las diferencias al ojo de la calle son cada vez menos.

Evidentemente, a esto hay que agregar un dólar barato, productos chinos a muy bajo precio, un cobre en alza, etc… Todo esto puede ser una suma de factores que ayudan a un mejoramiento de la vida, aunque esto puede ser pasajero.

Parece que al final del cuento, Chile crece, vive mejor y algunos predicen que llegaremos pronto a ser un país desarrollado.

Ayyyyy… señor… ¿valdrá la pena?

 

Ver Los Nuevos Consumidores en Chile