quepasa. Estas son las historias de
cinco mujeres que se han atrevido a hacer nuevas investigaciones y con ello sus
respectivos aportes a distintas áreas del desarrollo de Chile.
Ximena Muñoz.
Iluminación con efectos 3D
En 2005, la arquitecto
Ximena Muñoz se fue a estudiar un máster de iluminación al instituto Di-
Design, en Milán. Mientras experimentaba para uno de sus ramos arrugó un film
espejo, y al colocar delante una gráfica iluminada se dio cuenta de que ésta
era reflejada por el material. Ese fue el inicio de lo que dos años más tarde
lograría hacer a través de procesos industriales: aplicar efectos 3D en la
iluminación.
La tridimensionalidad
de The Anemix -nombre con el que bautizó su producto- la logra juntando dos
superficies: una plana y otra con volumen. La primera se usa adelante, tiene
gráfica y unos LED que aportan luz; y la segunda va atrás y le da cuerpo al
asunto. La idea es desarrollar el concepto de que esto es parte de la
arquitectura y que, por eso, se puede incorporar al muro, al piso, al techo o
dejarlo como un objeto de decoración. Hoy varios pubs lo tienen en sus paredes
y algunas marcas diseñan sus logos en Anemix.
De regreso en Chile el
2006, Ximena se asoció con otros arquitectos y formó la empresa Luxia. Luego de
casi dos años de ensayo y error, consiguió dominar el efecto completamente.
“Ojalá uno no fallara, pero en un proceso de aprendizaje es inevitable. Y
si me equivoco y tengo que partir de nuevo, lo hago sin problemas porque tengo
bastante capacidad de trabajo”, comenta.
Dice que el éxito vino en
2007, cuando presentó el invento en la Feria del Mueble en Milán. Tan bien le
fue, que lo publicaron en países como Lituania, India, Grecia y EE.UU., además
de recibir muchos correos con peticiones de información. A principios de 2008
expuso el producto por tres meses en las vitrinas de Harrods en Londres, y
todavía sigue dando vueltas por Europa.
No ha sido difícil
encontrar financiamiento para The Anemix. Durante los primeros años el aporte
vino de privados, pero en enero pasado recibieron fondos de la Corfo los cuales
le permiten sustentar los gastos típicos de una empresa y manejarse con mayor
tranquilidad. Por lo pronto, el plan es lanzar en septiembre una nueva línea de
muebles que implemente el sistema de iluminación: veladores, mesas, portacd’s y
mesas de centro dotados de alta tecnología que permitirá que las luces se
enciendan con control remoto y que los colores puedan ser programados desde el
computador.
Gloria Montenegro. Los poderes de
la miel
La pregunta que se hizo fue
muy sencilla: ¿Por qué la miel de las colmenas no se pudre? A partir de allí,
Gloria Montenegro -profesora de botánica y actual directora de magíster y
postgrados de la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal de la UC– se puso a
investigar. Eso fue hace cinco años. Y junto a Francisco Salas, tras analizar
las distintas variedades existentes, llegaron a un gran descubrimiento: la miel
de ulmo tiene extractos de flavonoides -compuestos químicos- que actúan como
bactericidas y fungicidas. Así, a partir de ella, se pueden crear productos
efectivos en la eliminación de bacterias que originan enfermedades a los seres
humanos y problemas en el ámbito agrícola.
“Además de intervenir
el crecimiento de patógenos, logró controlar específicamente el de la bacteria
Erwinia carotovora, causante de la pudrición de la papa y todos los vegetales
carnosos. También sirve como desinfectante natural aplicable en el baño o en
los utensilios domésticos. Su plus está en que es a base de miel y no tiene químicos
ni cloro; si te lo echo en la mano o lo ingieres no te va a pasar nada”,
comenta Montenegro. Su investigación contó en un principio con el
financiamiento de Fondef, pero luego fue la Fundación Copec- Universidad
Católica la que otorgó los recursos. “Ya tengo la patente del
descubrimiento en Chile y Europa, y la de Estados Unidos está en proceso”,
dice la bióloga, quien en junio fue reconocida con el premio Carlos Casanueva,
máxima distinción a la trayectoria de un académico que hace la UC. Ello se suma
al galardón entregado en 1998 por L’Oréal Unesco como científica destacada en
Latinoamérica.
Montenegro no se detiene.
Planea venderle los derechos a alguna de las empresas interesadas en sus
fórmulas bactericidas a base de miel: una de las propuestas es sacar una línea
de desinfectantes para productos de bebés. Tiene además dos proyectos paralelos
que verán la luz el próximo año: un antioxidante a base de miel y desarrollar
controladores de células cancerígenas a partir de plantas medicinales. “El
mundo quiere cosas naturales”, asegura.
Catalina Gomá. Las moras contra
el cáncer
A primera vista, Catalina
Gomá (18) parece una estudiante más de cuarto medio del colegio De La Salle de
Talca. Pero una cosa la diferencia del resto: desde los 11 años dedica parte de
su tiempo libre al estudio de la ciencia, área en la que logró reconocimientos
a nivel mundial tras descubrir que la mora tiene licopeno, un antioxidante que
actúa como anticancerígeno. El hallazgo ha sido catalogado como “un aporte
a la humanidad”.
Todo comenzó luego de su
participación en 2001 en la VI Expociencias Internacional de Grenoble, Francia,
donde junto a cinco compañeros presentó un papel reciclado a base de extracto
de piña. Luego, en Chile, el grupo se disolvió y Catalina comenzó su
primera investigación individual, la que continúa hasta hoy. “Me di cuenta
que estudiar los componentes de la mora era muy sustentable, porque en los
campos del centro y sur del país se da de manera silvestre y en grandes
cantidades”, dice la joven, que planea estudiar Agronomía.
Hasta el momento, lleva
tres etapas desarrolladas. La primera duró dos años y consistió en una revisión
bibliográfica del tema. Luego vino corroborar la existencia del licopeno y, por
último, lograr su extracción. Como el costo ha sido bajo, no ha tenido mayores
problemas de financiamiento. Su colegio le ha facilitado los pasajes para
participar en ferias internacionales, y tanto éste como la Universidad de Talca
le han cedido sus laboratorios.
El próximo paso es comparar
cuantitativamente los niveles de licopeno del tomate con los de la mora. Y como
en este momento está concentrada en la PSU, posiblemente haga esa tarea en el
verano. “A futuro me gustaría investigar cómo reacciona el licopeno frente
a células madre sanas y enfermas para saber si existe la posibilidad de que
demore o detenga la aparición de cáncer”, comenta. Y agrega: “Ojalá
la gente agregue la mora a su dieta alimenticia, porque es grandioso haber
descubierto un producto natural y al alcance de la mano que puede prevenir una
enfermedad”.
Sabe que vienen etapas de
logros y errores, pero no se asusta: “La constancia, el empeño y no darse
por vencido son la clave de esto. Y si algo dio un resultado no esperado, no
hay que sentirse derrotado, eso es ciencia. Lo importante es que hubo un
resultado”.
Lucía de la Fuente. El
superfertilizante
En el jardín de Lucía de la
Fuente las plantas crecían más rápido y más verdes. ¿La razón? Estaba
realizando algunas pruebas con Macromix, proyecto científico en el cual ella
estaba participando. Más tarde, cuando visitó por primera vez el vivero donde
se probaba este producto, quedó aún más sorprendida: “Encontré que tenía
un rendimiento impresionante”. Había, entonces, dado en el clavo: Macromix
es un fertilizante orgánico elaborado en base a algas marinas del sur, principalmente
de Chiloé, que mejora los rendimientos y aumenta la productividad de los
cultivos. Es decir, uvas que se cosechan antes de tiempo, árboles que crecen
tres veces más rápido y la minimización de enfermedades en los cultivos.
Lucía, ingeniera química e
ingeniera en alimentos, trabajaba en la Universidad de Los Lagos, en Osorno,
cuando el 2003 la llamaron y le presentaron este proyecto. “Había expertos
en algas y en el área forestal, pero faltaba alguien que los uniera, que viera
la parte ingenieril y química”, explica. Se motivó enseguida.
Macromix surge como un
producto tecnológico de un proyecto Fondef, en el que hoy participan la
Universidad de Los Lagos y la empresa Alternova. En él se han desembolsado
cerca de $ 503 millones, con aportes de Fondef, la universidad osornina y
algunos privados. Y aunque la investigación aún no termina, ya salieron a
probar el producto por todo Chile con auspiciosos resultados. También lo han
comercializado, enfocándose específicamente en cultivos con valor agregado y
potencial agrícola importante, como los arándanos. La planta ya está instalada
en Osorno y se espera que a corto plazo empiece su comercialización en el país
y en el extranjero, ya que cuentan con certificación orgánica en Europa y
EE.UU.
En el equipo trabajan alrededor
de diez personas, entre ellas varias mujeres, lo que Lucía ve como una ventaja:
“Tenemos más paciencia, somos más analíticas, más sutiles, aunque hay una
carga social que tiene que ver con la familia”. Pero estos años de
investigación han valido la pena. “Esto conlleva muchos sacrificios, pero
hemos logrado un proyecto atractivo para la acuicultura, agricultura y los
alimentos”, asegura Lucía, quien entre las noblezas destaca que es un
fertilizante completamente orgánico, que no causa ningún tipo de impacto en el
medio ambiente, que responde a una demanda del sector privado y que espera
estar próximamente comercializándose por el mundo entero.
Macarena Ferrer. Clases más
entretenidas
Cuando estaba en el
colegio, fabricaba sus propios regalos de Pascua, compraba libros de
experimentos y hacía artesanías. Fue justamente este gusto por fabricar y crear
lo que llevó a Macarena Ferrer a estudiar Ingeniería Civil Mecánica en la
Universidad de Chile, profesión que después ejerció en diferentes empresas. En
una de ellas, entre cascos y maestros, a modo de piropo su ex jefe le dijo:
“Eres tan buena como un hombre”.
Ser mujer nunca le trajo
desventajas. Trabajó en Santiago hasta que el 2002 decidió irse con su familia
a Temuco. Allí se encontró con una ex compañera de colegio, Lorena Céspedes,
profesora de física. Conversando ambas sobre educación, concluyeron que había
un nicho para “hacer las clases más entretenidas y fomentar la
creatividad”. Así, empezaron a diseñar distintos “kits” de
material didáctico para el aprendizaje de las ciencias y, con ello, nació el
2004 la marca Indaga. Obtuvieron un primer financiamiento de Sercotec y luego
recibieron $ 35 millones como capital semilla de Corfo. Además, empezaron a
trabajar con Incubatec, la incubadora de la Universidad de la Frontera.
Al comienzo, hicieron
cuatro talleres a lo largo del país presentando sus productos a los profesores.
El 2006 realizaron la primera venta importante a la UC, para un proyecto en el
que distribuyeron sus productos a 600 colegios. Desde entonces, cada año
duplican las ganancias. Pero no todo ha sido fácil. Macarena cuenta que aún no
logran flujos estables y la gestión es larga, ya que se muestra un producto y
recién a los 6 meses puede llegar una respuesta. “Hay veces que estás
superagobiada con las órdenes de compra y dejas de hacer gestión de ventas
porque dices ‘mi capacidad llega hasta aquí'”, explica Macarena.
También pasaron por un proceso difícil cuando su socia, Lorena, decidió
dejar Indaga. Hoy trabajan sólo tres mujeres, quienes diseñan y fabrican la
matriz de los productos. Macarena ve una diferencia en la resolución de
problemas con respecto a cómo lo hacen los hombres: “Uno va al
entendimiento y ellos más al choque”. Agrega que han cometido errores,
pero uno de los importantes -y que les dejó una lección- fue no hacer la orden
de compra antes de fabricar los productos: una vez gastaron muchos recursos en
investigar y luego el cliente se arrepintió de la compra. Hoy ya no confían
“a lo amigo”.
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