Durante estas semanas, en que he conocido la experiencia de Peñalolén y el proceso de reelección de Alcalde de Claudio Orrego, me he conectado con una de mis más profundas pasiones que es producir cambio social en bien de las personas más modestas, utilizando lo mejor de las tecnologías digitales y del liderazgo social. Mi convicción viene desde tiempos de estudiante, cuando se asomaban los primeros signos de esta revolución, y mi experiencia viene de haber acompañado por muchos años a Fernando Flores en movilizaciones masivas de tecnología al interior de grandes compañías y en comunidades como la Región de Extremadura en España o las ciudades de Arica e Iquique al norte de Chile. Donde uno mire se evidencia el poder de las tecnologías para transformar y mejorar la vida, como al mismo tiempo las profundas brechas sobre todo de mentalidad para incorporar este nuevo sentido del trabajo, la economía, la ciudadanía, en fin las interacciones humanas en el mundo digital. Lo cual es mucho más que un medio o herramienta que uno enciende o apaga según necesidad. Su real valor aparecerá cuando seamos capaces de imaginar nuestro futuro naturalmente incorporado en las redes digitales y las formas virtuales de interacción entre millones de humanos en el mundo, partiendo por la promoción de nuestra propia identidad. Quizás el desafío principal será vencer la distancia y el temor de los liderazgos de distintos niveles para incorporar realmente esta mentalidad en los diseños del futuro del país y sus localidades. Me encuentro aún mucha gente que declara utilizarlo cuando lo necesita pero temer esclavizarse, como si fuera algo ajeno a la construcción de la vida real. Toda esta introducción para insistir en recomendar la lectura del trabajo de Manuel Castells, uno de los expertos más reconocidos en el mundo en la sociedad (cultura, economía, política) de la información (aunque “información” no sea el término que mejor explique). En esta oportunidad se trata de un libro sobre Chile, sus avances y desafíos para incorporarse a la era global de la información y para consolidar el proceso democrático y de identidad como nación. Aquí comparto la conclusión del libro, la cual sirve de buena minuta inicial del plan de profundización: Globalización, Desarrollo y Democracia: Chile en el contexto mundial (2005):
Texto Aquí: conclusión
En esta Era Global, la gran ola mediática nos encandila con mil datos y nos somete tontamente. Ni siquiera se molesta en explicar los criterios que utiliza para hacerlo. Claro está que tampoco ella lo sabe, como una bestia ciega tira del gigantesco carro. Es inocente: sus riendas las maneja “el mercado”.
Aparentemente, todos debemos saber lo que los grandes medios informan, todos debemos discutir lo que ellos cuestionan, todos debemos disfrutar lo que ellos promocionan. Pero lo que resulta más peligroso es que ellos también nos “orientan” hacia nuevos valores, hacia una nueva cultura. Y peor aún, ni siquiera conocen sus propios límites.
Quizás el problema es que identificamos a ésta era como a una gran masa, monolítica, que todo lo arrasa, que a todo lo somete: ¿No hay otras opciones dentro de ésta Gran Ola?, ¿La gran fuerza, no nos ofrece también grandes oportunidades diferentes a las corrientes masivas?
Creo que sí. No es asunto de enfrentarse ó negar la globalización, no sólo no sería de cuerdos, sino que nos haría perder una gran oportunidad. Creo que podemos “surfear” nuestros propios surcos dentro de la gran ola, rescatando, preservando, valores humanos no transables. Tengo algunas ideas al respecto, pero desconozco si lo aquí planteado despierta interés, coincidencias ó simplemente pueda ser considerado un tema más, de los tantos que existen.
En todo caso gracias por vuestra atención.