No está mal
valorar el pasado cuando sirve para inspirar orgullo, solidaridad y
unidad en una comunidad, ni menos cuando sirve para proyectar los
desafíos nuevos. Recuerdo con emoción lo que nos costó construir un
bloque democrático que superara la odiosidad que permitió el Golpe de
Estado y avanzar hacia una salida pacífica a la democracia, proceso que
comenzaron los estudiantes de la universidad y los trabajadores en sus
organizaciones. Esa unidad que comenzó diez años después de perdida la
democracia, ha sido crucial para lo mucho positivo que ha logrado Chile
estos años. La gobernabilidad, las estrategias de cambio y consenso, la
colaboración, la focalización en eliminar la pobreza extrema, la protección
social y la seriedad para gestionar la economía, la capacidad de sumar
mayorías, son todas virtudes que han permitido el Chile en lo positivo
que tenemos hoy. Debemos estar orgullosos por el trabajo realizado
estos veinte años desde refundar la democracia, pacificar los corazones
y reencontrarnos como chilenos, hasta construir una sociedad más
moderna e integrada. Lo que falta, las insatisfacciones, incluso la
libertad para expresarlas, son fruto de nuestros mismos logros, no hay
que avergonzarse por ello.
Porque no es gratuito, hay que estar
orgullosos que el debate sea hoy transformar la educación, modernizar
el Estado, aumentar el crecimiento, mantener controlada la inflación,
perseguir los brotes
de corrupción, cuidar el medio ambiente, porque no hay que olvidar que
hemos llegado hasta aquí con mucho esfuerzo y lo que falta ahora es
retomar un camino que mucho más difícil porque ya se hizo lo básico,
que ahora aparece dado, pero no fue gratuito.
Con el orgullo de haber
transformado a Chile en un país más equitativo, más integrado, más libre
y crítico, debemos sumar ahora el esfuerzo en realmente transformar la
educación como un gran pacto nacional que elimine las resistencias
corporativas, en construir una estrategia de identidad y valor para
Chile basada en la tecnología y la cultura más allá de los comodities,
la renovación del aparato público, la defensa en serio del medio
ambiente (se agotó
la excusa que somos muy pobres para preocuparnos de cuidar el agua, el
aire, las especies naturales y las comunidades originarias).
Pero
especialmente la concertación en lo político necesita un gran pacto de
los líderes responsables para desplazar a los caudillos populistas,
renovar los rostros y los apellidos, perseguir de verdad las redes de corrupción y reconstruir un espíritu
de gesta
con los desafíos que Chile tiene hoy. Decir que se debía haber hecho de
otro modo es una niñería irresponsable, tenemos lo que tenemos y no es
poco. Ahora se trata de unificar y liderar a Chile hacia un nuevo salto cultural -que no sólo económico, político ni técnico- de efectividad, excelencia y creatividad, que contamine el espíritu de todo el país.
Más
recuerdos en Radio Cooperativa: cómo nos acompañó cuando había miedo,
desinformación, persecusiones, cuando sólo se escuchaba a Cuadra o
Cardemil, cuando los primeros líderes democráticos se exponían como
dirigentes sociales opositores, las protestas, los estado de sitio.