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Por prejuicios que al final explico no vi la película No, pero imposible escapar a la oratoria inspiradora, imaginativa y siempre provocadora de Eugenio Tironi explicando por la radio su libro Sin Miedo Sin Odio Sin Violencia Una Historia Personal del NO

El libro cautiva de entrada por su capacidad de manejar la acción y el suspenso, con una especie de Indiana Jones político intelectual que recorre el mundo, enfrentando a monstruos gigantes del poder y las ideologías imperantes a fines del siglo pasado, sin más armamento que su pluma rebelde y su oratoria provocadora. Casi imposible detener la lectura, sobre todo en los dos primeros tercios de la obra. Hay ideas profundas, como el clásico rechazo a la invitación al sacrificio presente en espera de un futuro redentor (sea el hombre nuevo o el chorreo), y la falacia narrativa de Kanheman, la atribución de coherencia a un pasado fruto de la planificación. Impresiona que salvo perder el miedo, que no es poco, la sensación de vulnerabilidad personal sigue intacta casi treinta años después. En fin, el relato del Plebiscito simplemente revive todas las emociones de esos días. 

El Origen

Pero la historia me captura sobre todo porque intersecta en varios puntos mi propia biografía, política e intelectual, la cual comienza en los barrios de la zona sur de Santiago donde crecí. Provengo de una familia democristiana, fundadora de un colegio heredero de la escuela parroquial de Los Parrales, la cual mis padres convirtieron en una comunidad cristiana, que celebraba la fe comprometida con la solidaridad y la alegría, y que daba acogida a todas las manifestaciones de defensa de la vida, como peñas, escuelas de cuadros y reuniones clandestinas de quien lo pidiera. Un amigo excomunista hace poco me dijo que nunca imaginamos las cosas que se hacían en las salas del colegio. Siempre sentimos a dios de nuestra parte, pero también ayudaba tener varios apoderados militares y carabineros que nos querían y cuidaban. 

Por influencia de los curas y monjas de la zona sur de Santiago, la democracia cristiana de esa zona sólo podía ser comprometida con la defensa de los derechos humanos, la solidaridad con la pobreza y los medios pacíficos. Ser católico, era participar de la pastoral, comités de derechos humanos, talleres laborales y ollas comunes, lo cual encarnaba con admirable valentía y casi en solitario un joven poblador llamado Claudio Arriagada, que en democracia llegó a ser un alcalde muy destacado. Claudio siempre decía, nosotros no podemos optar por la pobreza, porque somos la pobreza (¿recuerdan la diferencia entre opción y destino en el libro?).         

Mis veinte años me encontraron como presidente de la JDC de La Granja, apoyando los campamentos Silva Henríquez y Cardenal Fresno, organizando marchas y pintadas callejeras, denunciando abusos, creando entendimiento con la izquierda, compartiendo en el Decanato Pablo Laurín con los trovadores del canto nuevo.    

En la ideología, ser demo en la zona Sur implicaba creer en el socialismo comunitario, mezcla rara entre cooperativismo y autogestión de empresas, que la leyenda atribuía a la Yugoslavia de Tito. Desde la teología de la liberación, que escribían curas amigos del barrio, a los análisis de coyuntura y los documentos de tapa verde de FLACSO, con mi hermano menor consumíamos mucha teoría del socialismo. Queríamos democracia en Chile, pero más queríamos socialismo democrático. Teníamos por referente a intelectuales míticos, como Garretón,  Moulian, Brunner y Lechner. Eso nos llevó a Gramsci, Berlinguer, Laclau, Mouffe y muchos otros. En la universidad nos acercamos a la Academia de Humanismo Cristiano y no nos perdíamos revistas opositoras, como Hoy, Análisis, Apsi, Mensaje, Bicicleta y Crítica. 

La U, el Plebiscito y Foucault

Pero también fui DCU, estudiando filosofía en el Pedagógico, donde vivíamos una verdadera esquizofrenia, discutiendo el futuro del mundo, conviviendo entre el cariño, la admiración, la alegría, la música, la radicalización del PC, asesinatos de estudiantes, y dirigentes que aparecían y desaparecían por voluntad propia o de la policía secreta, hasta que en 1985 la Jota llevó a un profesor que llegaba de Francia, a hablar de Michel Foucault por varios días seguidos. Esos encuentros cambiaron mi brújula y me permitieron saber algo de un mundo con márgenes más amplios. 

Así llegó la época de la visita del Papa y del Plebiscito, que me encontró de dirigente estudiantil de la Fech, terminando mi carrera de Filosofía, escribiendo mi tesis sobre Foucault. A principios de los noventa, un amigo me invitó a trabajar para un equipo de la Moneda, al mismo tiempo ejercía como secretario nacional de la JDC y era parte del equipo de la refundada revista Claridad de la Fech. Después de entrevistar a Manuel Antonio Garretón y a Cristian Gazmuri, entrevisté a Tironi, quien me dijo que con el Mapu y la IC se había ido toda la inteligencia de la DC. Estuve de acuerdo. 

Endogamia

El único malestar que me siguió durante todo el recorrido del libro fue que los únicos pobladores con rostro en todo el libro son los que le hablaron al Papa y la señora de las dos monedas. Las comunidades, las masas, los pobladores que arriesgaron y perdieron la vida, son sombras pintadas en un fondo de teatro, maniquíes sin rostro. Asume con toda naturalidad en cambio, que toda la historia de esos años, de revolución y la Reforma, la UP y el golpe, la resistencia, las protestas y la transición, han sido el territorio de un pequeño grupo de familias burguesas y endogámicas, de las cuales Tironi y sus camaradas son parte. Del movimiento basista, ni antes ni ahora, nunca un poblador ha llegado a alcalde o parlamentario. Otra razón que hace sonar tan arcaico votar por Orrego o Velasco. 

Hay otro controvertido líder del MAPU, del ala elitista procomunista, Fernando Flores, que en los noventa formó una empresa internacional con jóvenes profesionales de orígenes mesocráticos y populares, a quienes entregó importantes responsabilidades en asesorías a la alta dirección de compañías multinacionales en Estados Unidos, México y Europa, con resultados de excelencia. Lo digo por experiencia propia. 

En fin, un último aspecto notable del No de Tironi es su autopercepción de ser el autor de la renovación del socialismo, la unidad de la centro izquierda, la aceptación del régimen, la línea entre la visita del Papa y el NO, y hasta el nombre de la Concertación, no existen Altamirano ni la transición española. Incluso pensó en paralelo con Michel Foucault (y quizás es un poco el Foucault o el Sartre de estos tiempos). Pero tiene su gracia y estoy convencido que en el fondo nadie hace nada genial si no tiene un ego algo más que desarrollado. Lo digo también por experiencia propia. 

…Imperdible

 

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