Esta semana en la revista Quépasa apareció un artículo de César Barros titulado “Otra mirada a la desigualdad”. Es difícil de asimilar que por segunda semana me siento representado por personas con liderazgo en las ideas de derecha en Chile. El otro líder que destaqué es Felipe Lamarca. De hecho, hace unas semanas atrás en la misma revista César Barros reivindicaba su compromiso con ser una persona de derecha, así, sin apellidos. Lo que sucede es que en relación al “modelo” la gente de derecha, opositores por quince años, tienen más libertad y frescura (de la buena en los casos citados) para criticar e imaginar un país más justo. Lo triste es que los líderes progresistas de la Concertación en el Gobierno no se den permiso de debatir, imaginar y proyectar con libertad el futuro de lo que viene, donde queda mucho por hacer. Quizás más triste puede ser el hecho que llevado a tal extremo el modelo neoliberal, hasta la derecha reconoce necesario hacer correcciones. Sería hora de comenzar a revisar lo realizado en relación a la concentración de la riqueza, la pobreza endémica, la deficiente educación y el desamparo de las empresas emergentes. Todas causas de injusticia, dolor y conflictos. Por otra parte, tuve una grata experiencia en una comisión de trabajo sobre la PYME que más adelante comentaré. Por ahora comparto con ustedes el artículo de César Barros.
poder
Otra mirada a la desigualdad
porCésar Barros
Recojo la riquísima veta de discusión que ha propuesto Felipe Lamarca, pero creo que el problema central no es la desigualdad -que se ha ido estrechando con la educación- sino que estamos formando jóvenes para que sean empleados y no empresarios. Si no hacemos algo, nos llenaremos de obreros sobrecapacitados, frustrados y amargados.
He leido varias columnas de Cesar Barros y la verdad es que creo que hay un tema de fondo que de alguna manera resume lo medular del asunto: qué es un orden justo y cómo se logra. La justicia social, es la base del orden social democrático, es decir, un “gobierno del pueblo” sólo puede sustentarse sobre una equivalencia de valores asignada a cada individuo, o sea cuando “cada individuo vale por uno”, concepto que a pesar de remitir a la idea de igualdad política (un individuo, un voto), es extrapolable sin duda hacia una concepción más general de igualdad. Eso en términos simples, se llama igualdad, que no es, como dijera el profesor Agustín Squella, un “igualitarismo absoluto”, sino que una aproximación más adecuada a la justicia.
Sin embargo, me parece que esta justicia social, base del orden democrático, es un valor que debe existir en la sociedad a partir de la voluntad social, es decir (de alguna manera) a partir de una “racionalidad colectiva”. En términos más simples, creo que tanto Cesar Barros como otras personas pertenecientes a la derecha liberal, caen en la tentación de conferirle al mercado (o a lo que sea) la mágica atribución de lograr este sumpremo valor que es la justicia. Pienso que es más fácil decir, “oye, sé que el mundo es injusto, pero no te preocupes, porque el mercado se encargará de corregirlo, podemos quedarnos tranquilos (de conciencia) de que “la naturaleza” se autorregulará”.
Creo que el punto no es si ser empresarios o empleados, sino que el problema radica más bien en transformar paulatinamente la concepción que existe hoy de la empresa (la que lleva a que exista una opinión general bastante mala de ella por cierto), y entenderla más como una unidad productiva donde confluyen distintos capitales y que arrojan como resultado un valor. Creo que ese es el verdadero rol social de la empresa. Pienso que hay que modificar la respuesta que se ha dado frente a las preguntas fundamentales de la economía (qué, cómo, para quién producir).
El sueño americano en el que todos somos empresarios (con todos los simbolismos que tienen hoy asociados, como status y riquezas), no existe. Y no sólo no existe, sino que tampoco creo que solucione nada ni construya una mejor sociedad para todos. La igualdad pasa por asumir nuestras diferencias, pero siempre y cuando esas diferencias no se transformen en desigualdades.