Cuando hablamos de ampliar el emprendimiento y la incorporación masiva de los emprendedores emergentes nos referimos a un cambio gigantesco y ambicioso que incluye a miles de personas. Es cierto que necesitamos ciertas industrias estratégicas y, dentro de ellas, ciertas empresas críticas, que hacen la diferencia de futuro, de posicionamiento del país en los mercados mundiales y de captura de recursos para el país, pero un país no sólo vive de esas elites empresariales y tecnológicas, de hecho, todas las sociedades emblemáticas en el desarrollo económico relativamente estable y equitativo, como son los países de Europa y del Asia, todos ellos han tenido una base masiva de empresas pequeñas funcionando en red.

Nuestro país necesita construir esa base de empresas que soporten una economía que comercia en el mundo su oferta pero que construye sustento y equidad hacia el interior. Las empresas más grandes en el largo plazo no lo pueden hacer solas, salvo viviendo del mercado interno, como son las concentraciones comerciales y de servicios, sino que necesitan una masa de empresas, digamos una cultura, de emprendimientos y de innovaciones que permita la renovación permanente, resistencia inmunológica ante los cambios del mercado y los nuevos competidores, y la salud social de un país sin pobreza y abierto a las oportunidades.

Hace unos días asistí a la reunión final de la comisión de las micro, pequeñas y medianas empresas del Programa de la Concertación que apoya a Michel Bachelet, y tuve una grata experiencia al ver la cantidad de gente que estaba comprometida en serio, trabajando por construir las propuestas para las empresas, empresarios, líderes gremiales, profesionales del gobierno y consultores. Fue grato ver que había mucho interés en hacerse cargo de las dificultades actuales de los empresarios micro, pequeños y medianos, pero con perspectiva de futuro. Fue conmovedor escuchar la queja dolorosa de empresarios de muchos años ante un mercado y Estado que no les dan alternativa de futuro, fue más feliz escuchar a un dirigente socialista felicitando a la democracia cristiana por sus propuestas y compromiso con la PYME (prueba que los afectos transversales pueden perdurar en generaciones más jóvenes).

Seguro que falta mucho por definir, y especialmente comprometer. Por ejemplo, se conversa de diferentes políticas y énfasis, pero hay poca autocrítica y nuevas promesas en torno a la capacidad de gestión de las políticas públicas. Todavía hoy es un laberinto obscuro y tenebroso meterse en cualquiera de los procesos de fiscalizaciones, aprobaciones o subsidios del Estado. Aún no hay promesas explícitas de tiempo de respuesta, se pierden papeles, las firmas no salen, los PMG mandan.

Pero lo más interesante y esperanzador fue escuchar de un dirigente empresarial exportador la propuesta de la ???reconversión competitiva??? de las empresas como la única posibilidad de futuro de las empresas micro, pequeñas y medianas. No basta que el Gobierno apoye y condone deudas. Se trata ahora de enfocar a las compañías hacia la competencia del futuro, a integrarse al comercio global, a mejorar los estándares de calidad y productividad, a innovar en sus ofertas e incorporar las tecnologías en sus procesos, a compatibilizar sus negocios con el cuidado del ambiente, porque esas son las fuentes de la competitividad. Seguramente, no todas exportarán, pero todas pueden ???encadenarse??? en procesos de negocio que en la cima terminen exportando, como lo hacen las redes de empresas en Europa y Asia. Hay una que otra propuesta paternalista de seguir apoyando las empresas así solamente porque dan empleo y movilizan el mercado interno, pero por suerte no son escuchadas.

Como la capacidad emprendedora, la innovación, la incorporación a la globalización y la apropiación de las nuevas tecnologías, también la reconversión competitiva no es un cambio que dependa sólo de incentivos económicos ni sólo de técnicas nuevas, sino que comprende un cambio de mentalidad tanto de los actores de la Administración que diseñan y ejecutan las políticas, como especialmente de los empresarios que requieren desarrollar una cultura de competitividad con estándar global.

Ese es el cambio de fondo y sin regreso que requieren los empresarios más pequeños, darse permiso de soñar en grande, de soñarse globalizados, ya no pequeños, tecnologizados y con clientes exigentes en la red interna que exporta o directamente hacia el exterior. Ante la masividad y economía de la producción asiática, nos queda funcionar especializados en nichos y con innovaciones en lo que somos fuertes, pero eso ya da para otro artículo.