El críptico y extendido casi al infinito lenguaje
técnico de palabrejas extrañas, nuevas, misteriosas que pueblan el mundo
digital es un espacio ideal para el pretencioso que abunda entre chilenos. Cada
vez que en una conversación se mencionan las facultades de blogs y wikis para
los negocios y la vida, no falta ese lector de viñetas tecnológicas que
anunciará ufano “pero ahora viene la web semántica” (…sonido
de grillitos), algo así como que ahora se
llevan la bastillas más largas. Bueno para seguirles el juego, unas líneas sobre web 3.0 o web semántica:
La web 3.0 y el futuro de Internet
emol. Todavía estamos descubriendo la web
2.0 en internet, esa que nos permite ocupar Google, subir comentarios a blogs y
mostrar nuestro perfil en Facebook. Todo futuro está aquí para quedarse. El
problema es que hay muchos futuros pero falta espacio para todos. La “Web
2.0” abrió internet a los tontitos que no teníamos idea de computación. De
la noche a la mañana pudimos postear comentarios en blogs; subir nuestras fotos
a los fotologs; coordinarnos para hacer revoluciones pingüinas sin que los
medios de comunicación se enteraran; darnos a conocer en Facebook, allí
recuperar amigos perdidos hace décadas; Google hizo posible encontrar cualquier
cosa que quisiéramos… y todo sin necesitar a webmaster alguno. Sólo nosotros,
nuestros dedos y nuestro teclado. Por Alfredo Sepúlveda
¿Y ahora qué?
Si existe una web 2.0 es porque antes existió
una 1.0, y probablemente –aunque los nombres de este bautizo no son todo lo
creativos que uno espera de gente que respira internet– existirá una web 3.0.
La web 1.0 es hoy una pieza de museo, pero su creación en 1991 hizo posible que
internet se transformara en el monstruo que es hoy. La idea tras ella era de un
científico inglés que trabajaba para la Organización Europea para la
Investigación Nuclear, llamado Tim Berners–Lee. Él fue el promotor del
hipertexto, es decir, la facultad que tiene una parte del texto que vemos en
pantalla (esas letras generalmente azules) de llevarnos (si es que ponemos la
flechita–manito del mouse encima y hacemos click) a otro texto, con otros
hipertextos. Haciendo honor al giro de la institución que cobijó esta
innovación, internet explotó, se llenó de páginas web, y hubo el alza y hubo la
caída de las empresas punto com.
Mientras todo el mundo se preguntaba qué
diablos iba a ocurrir en momentos en que la promesa de dinero rápido reventaba
como globo de cumpleaños infantil, el irlandés Tim O’Reilly –hoy uno de los más
grandes propulsores del movimiento de código abierto– organizó una conferencia
en
la que llamó “web 2.0” y en la que, básicamente, describió con
bastante certeza cómo iba a ser el futuro de la web… que es el presente de la
web.
Pero la web, más que un asunto de nombres y
progresiones numéricas, tiene un problema ontológico: mientras más fácil se
hace buscar los datos, más crece la cantidad de datos, y por lo tanto, cada vez
es más difícil obtener lo que uno anda buscando. Google, la empresa–símbolo de
la web 2.0, aquella que transformó la antigua búsqueda a través de directorios
temáticos en una potente y eficiente herramienta casi mágica que permite
encontrar lo que uno busca simplemente tecleando palabras, se hizo cargo de
este problema. Y todo indica que lo seguirá haciendo por un buen rato.
Pero hay gente que piensa que en algún momento
el sistema de búsqueda de Google (basado en un algoritmo mágico que se expresa
en un programa llamado “pagerank”) no dará abasto. Y entra aquí la
idea de una web 3.0, una que en teoría reemplazará a lo que existe hoy.
Google, desde luego, mira un poco por sobre el
hombro esta idea de una web 3.0 revolucionaria. Eric Schmidt, gerente General
de Google, no le dio demasiada importancia cuando ocupó el podio en una
conferencia en Corea el año pasado. “La web 3.0 va a ser, al final”,
dijo, “varias aplicaciones ensambladas. Las aplicaciones serán
relativamente pequeñas, los datos estarán en todas partes y podrán correr en
cualquier aparato, computador o teléfono móvil. Serán muy rápidas, muy personalizadas
y, lo que es más, se repartirán en forma viral, literalmente a través de redes
sociales, por mail. No irás a la tienda a comprarlas”. Otros expertos
sostienen que hablar de Web 3.0 es, derechamente, una herramienta de publicidad
y relaciones públicas para vender productos que aún son de web 2.0.
Sin embargo, el problema del crecimiento
inmanejable de los sitios, páginas y datos –el petróleo que explota Google–
sigue ahí. Y un viejo conocido ha estado muy preocupado del tema.
En 2001, en un artículo publicado en la
revista Scientific American, Tim Berners–Lee, el inventor de la web, junto a
otros autores, dio a conocer al mundo una nueva idea: la red semántica. Va más
o menos así: una señora va al doctor con su hija. El doctor le dice que tendrá
que someterse a una terapia. La hija, simplemente apretando botones en su
celular, consigue 1) que su “agente de web semántica” encuentre
información del tratamiento prescrito para su mamá desde el “agente de web
semántica” del buen doctor; 2) que el infrascrito “agente” cree
una lista de proveedores que den el tratamiento, que sean compatibles con el
plan de salud de mamá y que estén a
casa; y 3) que más encima los categorice de mejor a peor. El “agente
web”, además, se comunicará con el “agente web” de mamá, de
papá, de los proveedores y revisará una hora que todos tengan libre para que
finalmente la señora tome una hora médica. ¡Bingo!
El “agente web” no es,
evidentemente, humano, sino un programa “volante” que entra y sale de
bases de datos, coteja y recopila la información y se comunica con otros
programas volantes. ¿Sería distinto de lo que tenemos hoy, en que al final,
googleando y googleando, podemos conseguir la bendita información? Bueno, que
en la –eventual– era de la red semántica, el “googlear y googlear”
será ejecutado por la propia red.
“La mayor parte del contenido actual de
la web ?sostenían los autores de este artículo? está hecho para que los humanos
lo lean, no para que los computadores lo manipulen con significado”. Lo
que proponían en ese artículo era una suerte de web que “supiera” lo
que uno necesitaba. Desde luego, no era una web pensante a la manera de la
computadora de la película “2001, Odisea del Espacio”, se apresuraban
en aclarar los autores, sino una cuyo lenguaje –el lenguaje que se usa para
escribir, para programar páginas web– pudiera expresar significado. La versión
online de este artículo, por ejemplo, hoy podría tener los descriptores
“web 3.0”, “futuro”, y mi nombre para que Google lo encuentre
en internet. ¿Pero qué tal si en el mundo de la web semántica, esos
descriptores transmitieran al agente, además, las horas en que estoy en la
oficina, por si alguien quiere ubicarme; o las otras cosas que he escrito, o
aquellas en las que me basé para escribir esto; o los datos de cómo ubicar al
mismísimo Tim Berners–Lee?
Uno de los más grandes promotores de la idea
de la web semántica hoy es Nova Spivack, el fundador de Radar Networks, una
empresa que ha gastado decenas de millones de dólares en crear sitios basados
en esta idea; algunos son buscadores y uno de ellos es Twine, una suerte de
Facebook “inteligente” (un “artificialmente inteligente
asistente web”, lo denomina), que está en etapa de prueba y al que hay que
ingresar a una larga lista de espera antes de que le den a uno autorización
para usarlo.
Spivack se ha hecho famoso por su definición
del desarrollo cronológico de internet. Según él, los ochenta fueron del
computador personal y las carpetas; los noventa de la web 1.0 y de los
directorios; esta década es de la web 2.0 y las búsquedas por palabras clave;
la del 2010 será la de la red semántica, la web 3.0… y hasta avizora, por
allá por el 2025, un web 4.0: una que sea capaz de razonar. En la última
entrada de su blog (12 de julio, al cierre de esta edición), Spivack había
decretado la muerte de… los blogs, o más bien, la transferencia de su
contenido a nuevos formatos como su “guagua” Twine. Esos formatos él
los llama “redes de interés” (ojo: Facebook es una “red
social”). “Las redes de interés, creo ?dice? son la próxima evolución
de los medios sociales. El próximo paso después de los blogs, agregadores,
páginas personales y redes sociales. Los junta a todos en una nueva síntesis,
que es, finalmente, lo que todos queremos lograr con todas esas herramientas
separadas. Las redes de interés son un gran salto hacia un ambiente de medios
sociales más unificado, productivo y manejable”.
En octubre del año pasado, Tim O’Reilly se
enfrascó en su blog en un activo intercambio con Spivack. “Web 2.0 era un
nombre bien malo para lo que estaba pasando (el nombre de Microsoft, Live
Software, es probablemente el mejor término que he visto), así que no sé por
qué queremos incrementarlo a web 3.0. Pero cuando la gente me pregunta sobre la
web 3.0, no pienso para nada en la red semántica”. Para O’Really, lo que
sea que venga en la red tendrá que ver con un incremento notorio en la calidad
de lo que tenemos hoy: “Un mundo en el que la inteligencia colectiva
emerja no solo de personas tecleando en un computador, sino de la instrumentalización
de nuestras actividades”. ¿Ejemplos? Wesabe, un sitio que toma la
información de los gastos que hace uno con la tarjeta de crédito y lo ayuda a
uno a manejar las finanzas personales (y gastar menos). Jaiku, otro sitio, que
permite llevar la lista de contactos al celular.
Si hasta el momento cuesta imaginarse de qué
se trata todo esto… bueno, es porque estamos hablando del futuro, y al futuro
lo estamos esperando. Pero también costaba imaginarse el hipertexto en los
ochenta (¿para qué, si tengo todo en la carpetita de mi computador personal?),
o a Google en los noventa (¿De qué hablas? Encuentro todo lo que quiero con
directorios como Yahoo). Para comerse el pastel del futuro, dice O’Reilly,
habrá que esperar a que éste salga del horno.
Los próximos 5 mil días de la web
En diciembre del año pasado la web cumplió
cinco mil días, y Kevin Kelly, escritor, biólogo, empresario y director
ejecutivo de la revista Wired, dio una conferencia en la que se aventuró a
pronosticar cómo iban a ser los próximos cinco mil de la red.
Considerando que hace cinco mil días la mera
idea de la web como es hoy (gratuita, mapas satelitales, teléfono, películas,
compra de pasajes, de entradas, mensajes de texto al teléfono) era una suerte
de fantasía jipi, Kelly piensa en grande para el futuro. No en vano es el
creador de “Long Now Foundation”, entidad que tiene como misión
imaginarse cómo será la humanidad en 10 mil años.
Aquí algunas de sus predicciones sólo para los
próximos 13.
La web será una sola y gran máquina. Con ocho
terabytes de tráfico por segundo (un terabyte son mil gigabytes), 255 exabytes
de información guardada en forma magnética (uf, un millón de terabytes) y
consumiendo el cinco por ciento de la electricidad del planeta, la red hoy no
es chica. Y se dobla en tamaño cada dos años.
Todas las ventanas miran a la red. Hoy
estamos, según Kelly, en el inicio de este proceso. Los teléfonos se asoman a
la web cada vez más, si no, pregúntele a su Blackberry. Así, cada pequeño
aparato –teléfonos, computadores personales o portátiles– es en realidad una
ventana a la web. Pero falta que las teles miren a la red… o que cosas
inimaginables hasta ahora lo hagan, como los autos.
Será “la internet de las cosas”.
¿Por qué un auto no puede ser una ventana también? ¿Por qué no sacar el
programa que gobierna el sistema ABS de dentro del auto, y dejarlo en la red,
de manera que el auto se comunique con ella para hacer funcionar el sistema de
frenos? ¿O que el cepillo de dientes recuerde la forma de tu dentadura (que está
en la red también)?
Hay un precio que pagar. Y es que la forma de
la dentadura de uno esté en la web. Que seamos absolutamente dependientes de la
red para recordar todo. Pero Kelly dice que hace miles de años nos hicimos
igual de dependientes al alfabeto, y que nos ha ido lo más bien así.