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Noticias Abril 6, 2009

Salvando al capitalismo? de los capitalistas

quepasa. En 2003, dos profesores de Chicago -Raghuram Rajan y Luigi Zingales- escribieron uno de los libros que defienden con mayor fuerza la idea del libre mercado: Salvando el Capitalismo de los Capitalistas. Lo interesante es que proponen desechar la “mano invisible” que mece la cuna de los mercados, por una mano muy visible del Estado. Pero un Estado completamente distinto, que permita que se desarrolle la institución más democrática y menos respetuosa de la elite: un mercado verdaderamente libre. La crisis financiera desatada desde fines del 2007 ha puesto a prueba los mismos cimientos de la economía de mercado. La virtual bancarrota de varios gigantes financieros ha llevado a intervenciones igual de colosales por parte de los gobiernos, quienes tratan de proteger la fe pública. Los costos de ello probablemente los tendrán que pagar varias generaciones futuras. Por Axel Christensen

 


A la ofensa se sumó el insulto cuando se conocieron los paquetes de compensación y bonos de ejecutivos de empresas que recibieron fuerte ayuda estatal. Ello genera una esperable -aunque peligrosa- reacción de la opinión pública, que se traduce en respuestas legislativas que imponen fuertes gravámenes a estas compensaciones. Si a eso le agregamos lo ocurrido con el caso Madoff…

Para algunos lo anterior refleja la esencia del capitalismo: un sistema basado en la codicia, que inevitablemente saca lo peor de las personas; un sistema que sólo hace que los ricos se vuelvan más ricos y los pobres más pobres; un sistema que, regulación y Estado mediante, debe ser cambiado.

Para otros, esto no son más que algunas manzanas podridas en un gran cajón de personas bienintencionadas, quienes buscando individualmente el interés propio, colectivamente van creando un bien común, una sociedad basada en la libertad.

Para este grupo, lo ocurrido es sólo obra de algunos malintencionados que abusaban de un sistema que descansa en buena medida en la confianza entre las personas. 

¿Cómo andamos por casa?

Todo lo anterior -las críticas al capitalismo y el creciente descontento popular hacia la industria financiera- parecían algo lejano en Chile hasta hace tan sólo algunos días. El pasado 13 de marzo nos sorprendimos con la noticia del acuerdo de avenimiento entre Fasa y la Fiscalía Nacional Económica en el proceso de investigación por colusión de precios -que incluye a otras dos cadenas- que ésta había iniciado en diciembre pasado.

La reacción de furia por parte de consumidores y políticos no se hizo esperar, repudiando eventuales acuerdos para subir en forma bastante abultada los precios de varios fármacos. No era para menos. Por un lado, no se trataba de cualquier industria, sino de una ligada a la salud, un área siempre sensible ante la opinión pública. Por otro, porque los acuerdos de colusión son un verdadero flechazo al corazón de la economía de mercado: la confianza en que los precios son fijados por procesos de competencia. Dejando de lado los ribetes político-electorales que ha tenido el episodio, este tipo de incidentes son sumamente graves y deben llevar a reflexionar de qué manera protegemos algo tan preciado como un sistema económico basado en la libertad de elegir y emprender.

Los otros Chicago Boys

En 2003, dos profesores de la Escuela de Negocios de la Universidad de Chicago -el indio Raghuram Rajan y el italiano Luigi Zingales- escribieron uno de los libros que defienden con mayor fuerza la idea del libre mercado: Salvando el Capitalismo de los Capitalistas. Sin embargo, a diferencia de los mensajes que estamos acostumbrados a escuchar desde Chicago, esta vez la defensa no apuntaba sus dardos a la intervención pública o al Estado de bienestar.

Por el contrario: llaman a defender al capitalismo de quizás su peor enemigo: los propios capitalistas. Ya a fines del siglo XIX, Marx predecía el fin del capitalismo, al cual consideraba intrínsecamente inestable y lleno de contradicciones que llevarían eventualmente a su propio colapso. “Denles a los capitalistas suficiente cuerda y se ahorcarán a sí mismos”.

Rajan y Zingales escriben profusamente acerca del daño significativo que causa todo capitalista que quiere acabar con la competencia, incluyendo, por supuesto, los que se coluden para fijar precios.

Sin embargo, los autores no sólo se quedan en la crítica a lo que pareciera ser el deseo incontenible de todo empresario: tratar de construir su pequeño monopolio. Sus advertencias también apuntan a los peligros de ver al capitalismo desde la perspectiva de los perdedores en el proceso de destrucción creativa que lo caracteriza (es decir, los desempleados, los empresarios en bancarrota, los inversionistas que pierden sus ahorros), que puede llevar, en nombre de la equidad y la justicia social, a buscar cambios en las reglas del juego que causó sus males.

La mano que mece la cuna

Lo interesante de la propuesta de Rajan y Zingales es que, en lo que se consideraría una herejía, desechen la “mano invisible” que mece la cuna de los mercados, por una mano muy visible del Estado.

Pero no un Estado que cree que es mejor que sus burócratas sean quienes fijen los precios de remedios, libros o pan (algunos lectores con más canas de seguro recordarán a la Dirinco). Más bien se trata de un Estado que busque asegurar las mejores condiciones para la competencia, la entrada de nuevos actores que desafíen a los incumbentes, que tenga el músculo (y las neuronas) para no caer presa de los grupos de interés que buscan capturarlo. Que sea capaz de caminar con un gran garrote para castigar a aquellos que ponen en riesgo la confianza sobre la cual se cimentan instituciones como el mercado y la democracia (a propósito, ¿no es tanto o más escandalosa la colusión o falta de competencia en el plano político que en el de los remedios?). Que sea también capaz de ofrecer las zanahorias apropiadas si con ello es capaz romper carteles que desean fijar precios o de sindicatos que buscan elevar las barreras de entrada a los desempleados.

Lamentablemente -o afortunadamente- la crisis bancaria o el episodio de las farmacias nos ha hecho ver a muchos que el mercado no es una institución que sea capaz de volar en piloto automático todo el tiempo. Al igual que los aviones más sofisticados, los pasajeros aún nos sentimos más seguros si existe la posibilidad de intervención humana -ojalá poco frecuente, sólo cuando las condiciones realmente lo requieran-. Sin duda, los que iban en el vuelo que aterrizó de emergencia en el río Hudson, en Nueva York, agradecen haber contado con un capitán muy bien preparado y con capacidad de actuar decididamente. No creo que hayan querido una mano invisible a cargo de los comandos.

¿Colusión o corrupción?

En todo caso, debemos evitar caer en un falso maniqueísmo entre una concepción de economía de mercado con un Estado ojalá reducido a la mínima expresión -que podría ser presa fácil de grupos de interés que buscan coludirse para evitar competir- o un sistema donde el Estado tenga que estar presente en toda actividad (bancos, AFP,  farmacias, transporte público) para asegurar su correcto funcionamiento -que podría ser víctima de la corrupción, especialmente si el sistema político tampoco es suficientemente competitivo-. 

Las experiencias del colapso de los socialismos reales a fines de los ochenta y de lo que parece ser el actual colapso de los capitalismos salvajes debieran de hacernos pensar en que una solución intermedia -un mercado fuerte y competitivo, adecuadamente supervisado por un Estado también fuerte y competitivo- no sólo es posible, sino deseable. Si bien la economía de mercado está fundada en el interés propio, su esencia es la libertad de acceso y la competencia. Lo anterior no se puede dar gratuitamente. Debemos tener un conjunto de reglas -y alguien que las haga cumplir- que eviten que degenere en una ley de la selva, donde sólo los poderosos sobreviven. No existe institución más democrática, y que sea menos respetuosa de la elite, que un mercado verdaderamente libre.

Capitalismo 2.0

Si el colapso de las instituciones financieras gigantescas sólo se ha podido resolver con el dinero de los contribuyentes (el gobierno americano ha comprometido hasta ahora US$ 12,8 trillones en el rescate financiero, lo que equivale al 90% del PIB del 2008, o a más de US$ 42.000 por cada hombre, mujer o niño de ese país), parece justo que se requiera reforzar la regulación para evitar que este tipo de crisis vuelva a repetirse.
Si las cadenas de farmacias se han puesto de acuerdo en sus precios o los bancos no parecen estar dispuestos a facilitar el financiamiento a empresas, el Estado no sólo tiene el derecho sino el deber de buscar incrementar la competencia, promoviendo la entrada de nuevos jugadores, sean supermercados o cajas de compensación.

Así como las puntocom tuvieron un resurgimiento que se conoció como web 2.0, caracterizado por una mayor colaboración y participación entre sus usuarios, es el momento que hagamos lo mismo con el capitalismo. Un capitalismo 2.0 no sólo requiere de la mano fuerte y visible de un Estado competente (y competitivo en la elección de sus autoridades), sino también de una mayor participación de nosotros, sus usuarios, que exijamos verdadera competencia y transparencia para evitar mercados enfermos. Al final, la luz del día resulta ser el mejor desinfectante.

 

Noticias Septiembre 25, 2008

Obama pide nuevos principios ante crisis económica

barackobama.com. Esta mañana Barack Obama (en YouTube) convocó a John McCain para proponer una declaración conjunta de principios ante el Congreso para contribuir a resolver la crisis financiera inmediata. John McCain, por su parte, fue en la televisión y dijo que suspendía su campaña y que el viernes el debate presidencial debe ser pospuesto.

Barack habló de la crisis y tomó las preguntas de los periodistas hace unas horas. También dejó en claro que – con sólo 40 días para el pueblo de los Estados Unidos para decidir quién será el responsable de dirigir nuestro futuro económico – que es más importante que nunca que el debate programado se lleva a cabo.

Noticias Marzo 25, 2008

Free! La economía de la gratuidad

 

digitalismo. Si The Long Tail de Chris Anderson fue el libro del 2006 (ver reseña en Digitalismo), el próximo libro del editor en jefe de Wired también dará que hablar. Se titulará Free y debemos esperar al 2009 para poder leerlo… aunque podemos tener un adelanto del mismo si hojeamos el artículo de portada de la edición de Wired de marzo. El artículo en cuestión, titulado Free! Why $0.00 is the future of business sirve para ver por donde van las reflexiones de Anderson.

Un ejemplo que aclara casi todo: hace casi un siglo King Gilette, fundador de la mítica empresa de hojitas de afeitar, se dedicó a regalar las maquinitas exclusivas donde funcionaban sus hojas. El truco era claro: cada persona que recibía una maquinita de regalo -por ejemplo comprando otro producto o servicio, como una cuenta de banco (programa "save and shave") o a través de la distribución masiva entre los soldados durante la Primera Guerra Mundial- estaba obligado a comprar las hojitas para hacerla funcionar.

La digitalización de la economía agudiza estos procesos y permite que se diseñen productos y servicios basados en la gratuidad. La disminución de los costos de archivo y distribución está llevando a la proliferación de este tipo de productos y servicios. La lista se extiende cada día: empresas como Goggle o Yahoo ofrecen desde 1GB hasta una cantidad infinita de memoria a sus usuarios a costo cero, experiencias colaborativas como la Wikipedia no cobran por acceder a sus contenidos, al igual que la mayoría de los diarios on line que en su momento reclamaban un "peaje" a sus subscriptores.

Anderson menciona muchas experiencias, desde los 3 millones de copias del cd Planet Earth de Prince repartidas por The Daily Mail, hasta los vuelos gratis Barcelona-Londres que cada tanto promociona Ryanair. Las últimas jugadas de Nokia y Apple van en esta dirección: ofrecer música gratis (o a un costo mínimo anual) para que la gente adquiera sus teléfonos y iPods. Anderson sueña que algún día la Wii podrá ser gratis (y el valor amortizado con los videojuegos).

El editor de Wired describe algunos posibles modelos de negocios basados en la gratuidad:
Freemiun: una minoría paga por un servicio Premium, mientras que el servicio de base se ofrece de forma gratuita a la mayoría (pro ejemplo Flickr o Netscape en su época de gloria).
Advertising: el modelo clásico de los medios masivos (venta de audiencias a las empresas, a cambio de contenidos gratis).
Cross-subsidies: dar algo gratis para obtener un pago por otra cosa vinculada a la primera (por ejemplo regalo un cd con mis canciones para promocionar mis conciertos y aumentar las entradas vendidas).
Zero marginal cost: acceso a contenidos cuyos costos de reproducción y distribución se acercan a cero. Anderson pone como ejemplo las redes peer-to-peer.
Labor exchange: acceso gratis a cambio de usar un servicio o acción que tiene valor para alguien.
Gift economy: contenidos gratis para todos pero generados por todos. El ejemplo clásico es la Wikipedia o cualquier proyecto open-source.

Seguimos reflexionando sobre el adelanto del nuevo libro de Chris Anderson, el editor de Wired, quien en el artículo publicado en marzo en su revista –Free! Why $0.00 is the future of business – nos introduce en el mundo de la economía de la gratuidad.

Como siempre pasa en estos temas, no todo lo que reluce es oro (o, en este caso, no todo lo que brilla sale gratis). Al igual que en The Long Tail, Anderson también en este caso nos presenta una serie de experiencias -sumamente interesantes, aleccionadoras y que son sin duda fenómenos emergentes de la economía digitalizada- y las vende (¿o deberíamos decir "regala"?) como el futuro de la economía. Esta jugada (saltar de lo particular a lo general sin escalas intermedias) puede tener sus riesgos. Veamos algunos de ellos.

Así como toda la economía no termina diluyéndose en la long tail – a pesar de casi infinita variedad de productos disponibles en el iTunes Store y Amazon, seguimos teniendo bestsellers que acaparan la atención de las mayorías -, tampoco TODO será gratis en el futuro. En la economía, tal como indica Anderson, siempre alguien paga el café… King Gilette regalaba maquinitas pero cobraba las hojitas de afeitar, de la misma manera que nosotros escuchamos la radio "gratis" pero los anunciantes les pagan a las emisoras por nuestra atención.

Detrás de cada producto o servicio gratuito, siempre hay una transacción económica (pero que puede resultar invisible al usuario/consumidor final). Por ejemplo Google nos presta un servicio de búsqueda de información gratis, pero nosotros somos en cierta forma la mano de obra de esa empresa: cada vez que enlazamos una página o la visitamos, estamos votando por esa web y mejoramos su situación en el Page Rank de Google. Por otro lado, los minutos que pasamos frente a la interfaz del buscador son preciosos para los anunciantes, y por eso pagan a Google por estar ahí presentes.

Muchos recursos que en algún momento histórico fueron muy valiosos –como la sal, las especies o el agua- hoy tienen un costo ínfimo. Lo mismo pasa con la banda ancha o la memoria digital: según Anderson la tendencia es a la caída de sus precios, lo cual favorece su oferta gratuita a los consumidores. Esta tendencia parecería contradecir una de las muletillas del pensamiento más tradicional según el cual la economía es "la ciencia de la escasez".

Sin embargo, cada vez que un recurso baja de valor, otro sube. Mientras el agua baja, los vinos suben, de la misma manera que el precio de los coches disminuirá (ya están entrando en Europa los Tata de la India, mientras esperamos que desembarquen los coches chinos a precios irrisorios) al mismo tiempo que aumentará la gasolina. Si el acceso a la información es cada vez más económico –puedo leer desde mi casa cientos de diarios de todo el mundo y no pagar un euro por esa información, salvo la conexión-, por otro lado el valor de mi atención (los minutos que paso frente a la pantalla leyendo un determinado contenido) se acrecienta. Según Anderson reputación (una mejor ubicación en el Page Rank) y atención (nuestra mirada atenta sobre la interfaz) son dos claves de la nueva economía.

Anderson también sostiene en su artículo que lo gratuito dejará de ser marginal para convertirse en la norma del sistema económico. Yo creo que la aparición de nuevas lógicas económicas no destruirá las viejas, de la misma manera que la long tail –caracterizada por una variedad casi infinita de productos disponibles, web de por medio, para cualquier consumidor- tampoco arrasó con los bestsellers. Si bien tendremos servicios y productos aparentemente gratuitos, la mítica frase del cómico argentino Alberto Olmedo -"poniendo estaba la gansa"- seguirá vigente todavía por muchos años más.

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posted by Carlos Scolari at 25.3.08