Qué Pasa

Sin carta blanca…

 

Angel Jiménez de Luis. Microsoft no es el diablo, pero eso no justifica que se le dé carta blanca en el futuro de un país.

Esta semana ha llegado a nuestros periódicos y blogs el debate por el acuerdo macro entre el Ministerio de Economía chileno y la empresa Microsoft. El asunto tiene tintes folletinescos y promete ser de los que hacen historia en la red. Dar mi opinión sobre el tema puede suponer pecar de soberbia. Ver el asunto a miles de kilómetros de distancia hace que los pequeños detalles se pierdan y da una visión quizás demasiado general sobre un tema que es bastante complejo. La daré, sí, pero lo importante aquí, más que si Microsoft encarna al mismo diablo o si el gobierno maquina oscuros planes contra los ciudadanos, es la forma en la que se está materializando la resistencia al acuerdo.

Como escribe mi amigo y colega Sergio Rodríguez en su blog del periódico El Mundo, "esto suena a revolución, y suena bien". Lo dice porque en esta historia se dan elementos clave de la nueva sociedad en la que comenzamos a vernos envueltos y en la que la protesta y la movilización se hacen con nuevas herramientas. Para empezar, el gran debate ha surgido gracias al esfuerzo de los blogs, no de medios tradicionales. A esto hay que unir una plataforma, el Movimiento de Liberación Digital, que utiliza técnicas de la llamada web 2.0 para cohesionar las fuerzas que se oponen al acuerdo y con las que se consigue una mayor repercusión a escala planetaria.

El resultado, como ya he dicho, es un ruido que se escucha hasta en España, a pesar de que aquí Microsoft nos da nuestros propios problemas. La relación entre esta multinacional y los gobiernos es un fuerte quebradero de cabeza en todo el mundo y además no tiene fácil solución. Es imposible desligarse por completo de una marca que, guste o no, tiene el dominio de los sistemas operativos de usuario. Dicho esto, también es cierto que es posible, y tarea de los gobiernos, tratar de fomentar la competencia y no cerrarse en exclusiva a una única empresa privada.

Esto es lo que ha hecho el Ministerio de Economía: otorgar a la empresa de Redmond plenos poderes para desarrollar "su" versión de la sociedad digital, sin pensar que hay otras formas de hacer las cosas que tal vez sean más interesantes para el conjunto de la sociedad chilena. Puede que los objetivos que persiga el ministerio sean buenos o deseables, puede que incluso obrara con buenas intenciones. El caso es que ha dejado todo el asunto en manos de una única empresa -sin concurso público, afirman sus detractores- a pesar de las alternativas.

¿Qué alternativas? Tomemos, por ejemplo, el caso de los sistemas operativos. Desde hace años, Linux -ese sistema operativo libre, creado y mantenido de forma voluntaria por miles de usuarios y empresas y que cualquiera puede descargar y utilizar sin coste alguno- cobra fuerza en varias administraciones. Brasil es, probablemente, uno de los países que con más entusiasmo lo han abrazado. Es también el protagonista de varios programas de desarrollo específicos para varias regiones en Europa y EE.UU. Quienes se oponen a su implantación a menudo citan que los costes de mantenimiento pueden llegar a ser superiores y sí, tal vez tengan razón. Es un punto muy complejo de demostrar. Lo cierto es que, a cambio, ofrece un desarrollo mucho mayor de la industria informática local, abriendo el mercado a empresas nacionales de soporte, mantenimiento y programación que más adelante pueden incluso exportar su talento a países vecinos.

En este caso el acuerdo no se centra en los sistemas operativos, sino en el uso de la plataforma Live para proveer información y herramientas de comunicación a los ciudadanos. Live es la estrategia de Microsoft que aglutina los servicios de la nueva era web, tales como correo electrónico, blogs, callejeros, álbumes de fotos o servicios de mensajería instantánea. Puede llegar a ser una buena plataforma pero al igual que ocurre con los sistemas operativos hay alternativas abiertas y que dejan el poder en mano de los ciudadanos y las administraciones y no a merced de una corporación privada, incluso aunque la corporación mantenga puestos de trabajo en el país y realice fuertes inversiones.

La clave es ésa: estándares abiertos, apostar por programas y plataformas libres y, en la medida de lo posible, fomentar el desarrollo de una industria local antes que dar soporte a multinacionales de fuera. Microsoft no es el diablo, pero eso no justifica que se le dé carta blanca en el futuro de un país.

 

¿Por qué tanto revuelo por el acuerdo?

Carlos Osorio. ¿Por qué tanto revuelo por el acuerdo? Esta pequeña tormenta es un botón de muestra de un desconocimiento en el tema que a pocos les pareciera importar.

Por Carlos Osorio y Ángel Jiménez de Luis

¿Por qué tanto revuelo por el acuerdo de Microsoft con el gobierno de Chile? Vamos a analizar las posiciones. Antes, sin embargo, hago un disclosure: trabajé en parte del acuerdo como asesor por unos meses del ministro de Economía. No trabajo ni he trabajado para Microsoft, sólo soy académico y usuario de software propietario y de fuente abierta. Sepa además que durante mis años en Harvard y el MIT investigué, publiqué y presenté en América Latina, Europa y EE.UU. las bondades del software libre en general, en especial para el gobierno digital. Ahora seguimos con el tema.

Por un lado, el gobierno y Microsoft dicen que el acuerdo sólo es un marco de entendimiento en que MS hace una donación a Chile en el contexto de responsabilidad social empresarial y el gobierno se compromete a actuar de contraparte. Por otro lado, la oposición al acuerdo mediante blogs y declaraciones ha mencionado que el gobierno se vendió a Microsoft, que todo se hizo a escondidas, que se hipotecó "el principio de neutralidad tecnológica" y que se habría regalado la información de todos los chilenos a la empresa. Son palabras fuertes, pero ¿tienen sustento?

La formalidad del acuerdo. Todo comienza con una declaración de Alejandro "Wikipedia" Navarro. El 18 de julio, citando su sitio como fuente, se dirigió en la 36a sesión del Senado diciendo que "este acuerdo, joint venture o sociedad, como es definido en el Acuerdo Marco…". Aquí nace parte del problema. El pacto establece que "nada en este Acuerdo será interpretado como estableciendo una sociedad, joint venture (en Chile, similar a la unión transitoria de empresas), agencia, empleo u otra relación similar entre las Partes". Por alguna razón, el senador leyó mal, no entendió lo que leyó, o decidió tomarse algunas libertades al hablar del tema. El acuerdo no obliga a Chile.

"El acuerdo se hizo en secreto". La firma fue en mayo y salió en la mayoría de los diarios. Lamentablemente, y para variar, el sistema de comunicaciones del gobierno no brilló por su excelencia. ¿Se quiso esconder? No, pero el gobierno debería hacer un mea culpa -una vez más- por una política comunicacional a media máquina.

El acuerdo vulnera el principio de neutralidad tecnológica. Antes que nada ¿existe tal cosa? Las primeras referencias a esto aparecieron en los 70 (la tecnología debe ser neutra y libre de valores. No es buena ni mala, sino lo que importa es cómo la utilizamos). Entre otros, Weizenbaum -desde la computación en 1976- y Ihde -desde la filosofía en 1979- argumentaron que no existe tal neutralidad. Uno no sólo "utiliza" la tecnología, sino que sin quererlo se decide por patrones de comportamiento. Otra cosa es la "imparcialidad tecnológica". El gobierno no debe preferir a priori un sistema o proveedor sobre otro. Se dice que el acuerdo estaría favoreciendo a Microsoft, sin embargo una de las premisas fue que debería ser agnóstico al tipo de soluciones en la administración pública, mediante la utilización de estándares de compatibilidad e interoperabilidad de sistemas. Si no es interoperable, entonces no ha lugar.

¿El acuerdo obligaría al Estado a utilizar soluciones Microsoft? Tampoco es verdadero. ¿Se podría decir entonces que el Gobierno estaría obligando o incentivando a que pymes, personas y escuelas usen sistemas Microsoft? Tampoco? parte de la imparcialidad tecnológica tiene que ver con que, si una empresa viene y dice "quiero donar plata para ayudar a pymes y personas" uno no tenga por qué decirle que no a priori; igualmente no hay por qué negárselo a ninguna otra empresa ya sea Oracle, Sun, IBM, o RedHat.
¿Microsoft tomaría control de nuestros datos personales? No sólo es legalmente imposible, sino que la idea del portal del ciudadano es que la información llegue a una casilla correo. Si no quiero usar Hotmail, sólo tengo que revisar todo desde mi Gmail. Nadie obliga a nada.

Por último, hay quienes se han sorprendido -"Wiki" incluido- por la firma del acuerdo, dado que el mismo Ministerio de Economía tiene proyectos andando en temas de software libre y de fuente abierta. Aquí hay que hacer un párele, porque la conversa comienza a darse más en términos absolutistas que respecto de los objetivos de la tecnología. El tema no es sólo una cuestión del precio de la licencia, sino que cada tipo de software tiene propósitos y requiere competencias distintas.

Esta pequeña tormenta es un botón de muestra de un desconocimiento en el tema que a pocos les pareciera importar. Éste se debe a falta de información, pero, más importante aún, a falta de capacidad y educación para entender tecnología, estrategia y política tecnológica. Lo anterior, unido a la tendencia cada vez más común en Chile de importar la opinología desde la farándula a la política, no augura buenos resultados.