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Noticias Agosto 28, 2011

Gestión del entusiasmo: todos somos creativos

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Expansión. Salva López (@viajerosonico) No deberíamos hablar de innovación sin hablar de creatividad. Picasso
decía que todos los niños nacen creativos, y que la cuestión es si lo
seguirán siendo al llegar a adultos.

La creatividad es un tesoro que necesitaremos durante toda la vida,
especialmente en nuestra etapa profesional. Los celestiales Pink Floyd
se quejaban en The Wall del restrictivo sistema educativo inglés de su
época, que extirpaba toda creatividad del individuo que se atreviera a
pensar fuera de los cánones establecidos. «No necesitamos esta
educación, no necesitamos que controlen nuestros pensamientos»,
señalaban vehementemente.

Ese tema es el himno de todo el que trata de expresar su creatividad
en un entorno que no se lo permite. Y es curioso que muchas de las
mayores bandas de rock nacieran en escuelas. George Harrison tenía 14
años cuando se unió a los futuros Beatles. Genesis, U2 o Radiohead
también se formaron en el colegio.

Parece que la creatividad de nuestra raza se concentra
principalmente en los artistas, pero en realidad todo el tejido social
debería poder desarrollar y ejercer su creatividad.

Como dice el gran trompetista Wynton Marsalis: «Nadie tiene que
buscar la creatividad, pues todos nacemos con ella. Lo único que hay
que hacer es no ponerle barreras». Pero el aspecto más interesante de
la creatividad es que genera una energía que mueve el mundo y que se
llama entusiasmo. Las organizaciones modernas deberían estar enfocadas
a gestionar el entusiasmo, en lugar del talento. El talento es sólo una
capacidad, y el entusiasmo es una energía que puede mover el talento
más allá de lo imaginable.

En el mundo de las organizaciones, la creatividad tiene un enorme
poder. No sólo el de generar buenas ideas que la acerquen a sus
objetivos, sino el de encender la llama del entusiasmo. Cualquier
organización que busque motivar a sus empleados debe generar los
mecanismos necesarios para estimular y canalizar la creatividad de su
equipo.

Pero ésta debe ser adecuadamente gestionada. Sucede a menudo que
cuando alguien tiene una buena idea recibe un premio inesperado: un
martillazo. A uno se le ocurre una idea magnífica, se la cuenta a su
jefe y en lugar de recibir los recursos necesarios se le dice: «Muy
bien, muchacho. Adelante con ello, pero recuerda que sigues a cargo de
todo lo demás». Con lo cual, puede acabar desbordado y estresado.

Todos necesitamos nuestra dosis de entusiasmo. Si no la encontramos
en la escuela cuando somos estudiantes, la buscaremos en una banda de
rock con los amigos. Si no lo hacemos en nuestro trabajo…

Salva López es profesor de ESADE. Autor del libro ‘Rockvolución empresarial’

Noticias Agosto 2, 2009

Ambición y gestión

Mis conversaciones en consultoría y en emprendimientos de las últimas semanas me traen esta reflexión que comparto con ustedes:

El capitán
Pantaleón Pantoja es una maravilla del compromiso objetivo, racional, honesto y
organizado. No importa la misión, Pantaleón sabrá ponerla en un plan, con
procedimientos claros, indicadores precisos y lo acometerá con toda su
disciplina.

Es importante
la prudencia que se desarrolla con el tiempo para no cometer errores obvios ni
repetirlos, y también importa cuidar la gestión del negocio, su crecimiento y
supervivencia. Pero igual o más importante es permitirse soñar con horizontes
lejanos, complejos, riesgosos. Así como hay muchos emprendedores fantasiosos
que viven de sueños que no realizan o que fracasan por intentar realizarlos, también
la obsesión por controlar todo, por las formas administrativas y los
procedimientos puede transformarse en un gran problema para el crecimiento y
supervivencia de un negocio y de toda organización.

La gestión
es un medio y no un fin. El fin es el horizonte de realización que tiene una
empresa o una organización, eso que en el plan estratégico llaman misión, pero
no en el papel sino en el corazón de los integrantes, los jugadores de ese empeño.
Y es un problema porque si no crece o no crece a una velocidad razonable, la
organización pierde vitalidad, el entorno cambia, los competidores se toman el
espacio, y especialmente, no encanta, no llena de energía de vida a sus
participantes.

El obseso de
la organización, el plan y el control, es un apasionado de ver el plan
publicado, la carta gantt cumplida sin cambios, las cuentas al día. Pero no ve
que la pasión en el equipo es un componente básico a considerar en la gestión
de un negocio. Nadie, o muy poca gente, se apasiona con un plan o con un
reglamento. Lo que apasiona son las posibilidades, los desafíos de invención,
de posicionamiento, de transformación de la realidad personal y colectiva, las
gestas, las grandes aventuras, la ambición.

Es necesario
tener un negocio y un horizonte antes que pensar en organizarlo, planearlo,
controlarlo, evaluarlo. Hay espacios de innovación en la administración del
negocio, pero la energía vital del negocio nace de la convicción en que su
horizonte es bueno, es necesario y factible. Y esa convicción es necesario
cultivarla y contagiarla en todo el equipo.

Vivir
apasionado con la invención permite imaginar horizontes abiertos, realidades
que medidas por factibilidad en el presente parecen fantasías ridículas. No hay
proyecto, inversión que no nazca de una pasión libre por imaginar un futuro
desafiante, aunque lejano, difícil y hasta imposible de cumplir en el momento
que lo sueño.

Pero vivir
apasionado con la invención también permite contagiar ese entusiasmo a
colaboradores, socios e inversionistas. Si quiero vivir y ser visto como
emprendedor es básico transmitir esa disposición por la invención de horizontes
y el compromiso incondicional con su realización. No se puede ser emprendedor y
andar por la vida con el freno de mano activado.

La ambición
no responde a circunstancias objetivas, la ambición es una disposición a mirar
la vida con apertura y gusto por posibilidades desafiantes previa a las
circunstancias objetivas, que de hecho permite ver el mundo como posibilidades
desafiantes. Porque ando ambicioso, abierto a las posibilidades, es que la realidad
objetiva se me aparece como circunstancias positivas para mi.

No se trata de ser fantasioso y saltar al vacío sin paracaídas, ya vendrá
el momento de poner orden, diseño y gestión, pero sin perder de vista el
horizonte que nos llama y nos convoca. Eso es lo que le da vitalidad a un
negocio, eso es lo que le da vitalidad a una organización, eso es lo que mueve
a un emprendedor y a su entorno.

Noticias Marzo 2, 2008

Del agobio al aburrimiento

Me encuentro con frecuencia en mi trabajo de consultoría con profesionales que oscilan entre el agobio y el aburrimiento. Principalmente, quienes tienen responsabilidades sobre equipos, aunque no sólo ellos, caen con frecuencia en el agobio de tener demasiado trabajo y poco tiempo. El aburrimiento se me aparece con más frecuencia entre profesionales que bordean los treinta años de edad, ingenieros, economistas, sicólogos o periodistas, con postgrados, con expectativas casi siempre frustradas de ascenso de cargos. Mario Valdivia aquí entrega otra de sus lúcidas reflexiones en torno de estos y otros estados de ánimo:

Abrumarme, aburrirme

Enviado por Mario Valdivia el 01/03/2008 a las 11:01

Me encuentro con el estado de ánimo de "estar abrumado" – "tengo mucho que hacer y poco tiempo" – muy extendidamente en personas que trabajan como ejecutivos o profesionales altos en grandes empresas. Y no exclusivamente en el mundo del trabajo: también encuentro este estado de ánimo muy habitualmente en el mundo de la familia, modulando las responsabilidades y tareas que ésta supone.

Encontrarnos abrumados es un estar presionados por no tener tiempo y tener muchas cosas que hacer. O sea, modula nuestra relación con el mundo de cosas y personas como "cosas que hacer, compromisos que cumplir", y con el tiempo como algo que "no hay". (El mundo se nos presenta como una agenda de tiempo limitado). Cuando estoy abrumado, por donde mire sólo encuentro cosas que hacer y la omnipresencia de un reloj que tica sin parar; soy arrastrado por un tiempo que pasa demasiado rápido y no alcanza, un tiempo que se acorta; me siento presionado.

Hay otro estado de ánimo que parece a primera vista como opuesto al abrumarse: el aburrimiento. Recuerdo una espera en un aeropuerto. No hay nada que hacer y el tiempo se arrastra, se alarga, parece no avanzar. Miro a mi alrededor y – más allá del sillón en que me encuentro – las cosas parecen rehusarme toda posibilidad de ser útiles, de poder hacer algo con ellas, de interesarme; en el trasfondo, omnipresente, el reloj que, no por ser consultado obsesivamente, parece avanzar. Esta es una opresión que nos desasosiega buscando algo que nos haga pasar el tiempo, una opresión de no contar con un pasa-tiempo.

PSpiral2.jpgCreo que ambos estados de ánimo están conectados en el fondo y son más similares de lo que su oposición a primera vista indica. Quizás al final constituyen lo mismo. Porque, ¿no es habitual encontrarnos con que hemos pasado de la presión de estar abrumados a la opresión del aburrimiento…y de vuelta? ¿No transcurre en verdad nuestra vida a menudo – ¿por lo general? – entre estos dos ánimos extremosos: el abrumarnos en la vida activa, el aburrirnos en los descansos?

Recuerdo ejemplos cotidianos. Me doy cuenta que estoy abrumado, sueño con terminar las cosas que tengo que hacer y darme tiempo. Lo hago: llega el fin de semana o tomo algunos días de vacaciones. Ahora si tengo tiempo: me lo estoy dando a mi mismo. Cuando estaba abrumado parece como si las cosas que hacer vinieran de la situación que enfrentaba, de "afuera", me obligaran, y el tiempo mio se acabara por completo dedicado a hacer estas cosas que parecen provenir de algo externo. Ahora, debo dedicarme a usar este tiempo mio que me he dedicado a mi mismo para hacer las cosas que realmente yo quiero hacer. Y sin emabargo ahora puedo encontrarme de nuevo en los mismos – al parecer – dos estados de ánimos. (Sólo digo "puedo", porque no es completamente necesario que esto pase, pero si lo miramos con honestidad, como un fenómeno que nos ocurre, ¿no es habitual?)

Ahora, de nuevo, el aburrimiento puede sumirme en su opresión. Nada me obliga ahora a tener que pasar, sin tener que hacer, un tiempo que, a diferencia de la espera en el aeropuerto, no proviene de algo externo, no me sitúa desde afuera: ahora yo me estoy dando el tiempo que me posibilita elegir las cosas que quiero hacer. Así que uso bien mi día: la tarde en una agradable reunión familiar con amigos, la mañana me ejercito con largueza en mi bicicleta, leo la prensa con detención, luego quizás voy al cine y a cenar fuera con mi pareja. En la noche, al acostarme, sin embargo, siento oscuramente que me he aburrido. Quizás recuerdo mis bostezos disimulados en la tarde, que no pude ocultarme a mi mismo, (¿no somos todos verdaderamente maestros en este arte de encubrimiento?), recuerdo la leve ansiedad que he sentido cuando me he descubierto – varias veces – consultando solapada, casi clandestinamente, mi reloj. Si, debo reconocerlo, el día entero ha sido un pasatiempo. Agradable y placentero pero aburridor en el fondo. Es como si no he hecho las cosas que realmente me interesan en serio a mi; y, en este sentido, el día transcurre sin que haya habido nada que hacer, envuelto en las agradables acciones habituales de sociabilidad y descanso, pero sin poder hacer realmente nada. O sea, también puede embargarme el aburrimiento cuando he sido yo mismo quien me he dado tiempo, y no es imprescindible que haya algo externo -como el atraso de un avión – que me lo provea. Éste aburrimiento se oculta más de nosotros mismos que el otro caso de aburrimeinto y, por lo mismo, es quizás más opresivo.

Y también puede ocurrir que el abrumarme vuelva a sofocarme en su presionar. Ahora, por este día, escojo yo las cosas que quiero verdaderamente hacer en este tiempo dedicado a mi mismo. Programo mi día porque hay varias cosas que quiero hacer y que habitualmente no he podido hacer porque no he tenido tiempo. Así transcurre mi día haciendo todo lo que hace tiempo quería hacer. Y, en la tarde, mientras me cambio de ropa para ir a un concierto, me doy cuenta que estoy apurado porque el día ha sido tan intenso que se ha ido acumulando un leve atraso en todo lo que tenía programado. Me detengo y escucho mi ánimo y me doy cuenta que estoy presionado: el día ha sido una serie de cosas que hacer y ahora mismo enfrento la agenda de ir al concierto y luego una cena más tarde. Me siento presionado. Además, no ha dejado de hacese presente el día de mañana en que hay que trabajar y enfrento una agenda intensa. De nuevo, parece que, de tanto tratar de usar bien mi el tiempo – que habitualmente no tengo – he puesto frente a mi una agenda de cosas que hacer que me abruma. O sea, no es imprescindible para abrumarnos que el mundo como agenda provenga de algo externo, de cosas que estoy abligado o debo hacer, también puedo abrumarme estableciendo yo mismo la agenda que quiero de cosas que hacer. ¿No es esto habitual? O sea, parece que debo distinguir, de nuevo, entre cosas que me interesa hacer y cosas que realmente me interesa en serio hacer a mi. Presumiblemente las cosas que realmente en serio me interesan a mi no deberían abrumarme cuando me doy tiempo para hacerlas; simplemente las hago en un ánimo de resolución y serenidad. Todos hemos experimentado momentos así y podemos reconocer la diferencia.

Estos estados de ánimo de abrumarnos y aburrirnos que no provienen de una situación que se impone en nosotros – como una espera en un aeopuerto o una agenda recargada de trabajo a fin de año – son más presionantes y opresivos. Y son más engañosos – que quiere decir que se nos hacen menos visibles y nos convierten en sus víctimas de manera más ciega – ya que siempre, siempre, podemos pensar que lo que nos abruma o aburre es la situación en la que estamos, lo que "está afuera". Así, nos mantienen buscando el pasatiempo perfecto, algo que realmente sea entretenido, y, al mismo tiempo, buscando algo que sea realmente lo que nos gustaría en serio hacer.

Me pregunto: ¿quién este este YO que dejamos habitualmente de lado al inventar actividades que nos terminan abrumando o aburriendo y que, sin embargo, cuando las inventamos lo hicimos de acuerdo con lo que parecía interesarme a mi?

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